El presidente Andrés Manuel López Obrador asumió el cargo hace casi seis años con un lema sencillo que establecía las prioridades de su gobierno: “Por el bien de todos, primero los pobres”.

Su gobierno eliminó una serie de programas sociales existentes y estableció otros propios, con lo que aumentó rápidamente el gasto social general a niveles sin precedentes para las personas mayores, los jóvenes desempleados, los estudiantes, los agricultores y las personas con discapacidades.

Pero menos notado fue que la nueva lista de programas sociales cambió dramáticamente a quién se entregaba ese dinero. De repente, los más pobres de México recibían una porción menor del gasto público y menos dinero que en gobiernos anteriores.

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Mientras tanto, algunos de los más ricos comenzaron a recibir dinero que en realidad no necesitan.

El cambio se debió en gran medida a un enorme beneficio de pensión “universal” para personas de la tercera edad que López Obrador lanzó un día de enero en las afueras de la Ciudad de México en 2019, pocas semanas después de asumir el cargo. Anunció que prácticamente iba a duplicar la pensión federal existente —que desde entonces se ha duplicado— y ampliarla, independientemente de los ingresos, a personas que anteriormente no calificaban, como aquellos jubilados que ya recibían pensión.

Si no se inyecta mucho más dinero en el sistema, “los programas universales distribuyen los beneficios más escasamente entre toda la población, con el resultado de que la gente que más los necesita empeora”, dijo Robert Greenstein, miembro de la Brookings Institution, una organización estadounidense sin fines de lucro que realiza investigaciones para mejorar políticas en todos los niveles de gobierno. “La pobreza puede aumentar. La desigualdad puede ser mayor de lo que sería bajo un plan más específico”.

Pero los programas sociales de López Obrador demostraron ser tan populares que incluso los candidatos de la oposición que se postulan para reemplazarlo en las elecciones del 2 de junio han prometido ampliarlos. Unos 28 millones de mexicanos se beneficiarán este año de alguno de los programas. En el último debate presidencial el domingo, la candidata Xóchitl Gálvez dijo que reduciría la edad mínima de jubilación de 65 a 60 años.

La pensión es el programa social más grande por presupuesto en la lista del dinero que entrega López Obrador, y supera con creces los también conocidos Jóvenes Construyendo el Futuro, que paga a adultos jóvenes que no estudian ni trabajan mientras laboran como aprendices, y Sembrando Vida, que entrega dinero a agricultores para que planten árboles frutales o madereros en sus tierras.

Combinado con la eliminación de los programas de sus predecesores, que se habían centrado en los más necesitados de México, los expertos dicen que la pensión cambió dramáticamente la distribución de los fondos gubernamentales.

A cuatro meses de que acabe el sexenio, varios millones de personas salieron de la pobreza, aunque factores más allá de los programas sociales están involucrados, por ejemplo, López Obrador casi triplicó el salario mínimo y los mexicanos en el extranjero continúan enviando cantidades récord de dinero a sus familiares.

Curiosamente, hay unos 400 mil mexicanos más en pobreza extrema que al inicio de su mandato, según datos del gobierno.

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