La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ganó la elección de junio de 2024 imponiéndose claramente sobre los otros contendientes y sobre la alta abstención que hubo en el territorio nacional.
Consiguió más de 35 millones de votos y con holgura ganó a sus adversarios, pero la cifra representó alrededor del 35% de la lista nominal del año pasado, que superaba los 98.4 millones de ciudadanos.
Y ahora con mucha frecuencia, a los mexicanos se les repite en los medios de comunicación que ella, en 100 días de gobierno, ya cuenta con porcentajes del 70% de aprobación social o más. Esto recuerda mucho el discurso del triunfalismo y aprobación que desde el primer día en el poder, promocionó su antecesor desde Palacio Nacional. También abusa en asegurar que no hay oposición.
Sin embargo esa “gran aceptación” de Sheinbaum no ha permeado en diversos sectores poblacionales de todas las clases sociales, porque la aceptación que se presume, proviene simplemente de empresas encuestadoras y medios de comunicación que publican boletines oficiales.
Vale decir que tampoco esto tiene que ver con la valoración de que si ella está funcionando o no como mandataria nacional. Eso depende de diversos factores y visiones.
Pero el problema fundamental, no está en eso de las aceptaciones publicadas, sino que el problema de fondo está en la disyuntiva que percibe la sociedad escéptica. La que espera independencia de ella, y que aún no decide si creer o no en ella, como mandataria mexicana. AMLO es un árbol de mucha sombra que la oscurece.
Comenzando el año, llamó la atención que Ernesto Zedillo, el expresidente priista que tenía 20 años sin opinar nada de lo político, comenzara a reaparecer en la vida pública de México. E inquietó su comentario en el sentido de que “México no necesita un caudillo oculto en la oficina anexa a la presidencia”, “queremos una presidenta de verdad, que mande a las facultades constitucionales conforme a las reglas de una República democrática”, “necesitamos a una presidenta que gobierne con mucha autoridad”. Sus palabras se traducen en la necesidad de que ella se aleje de su creador y se convierta en una presidenta independiente y lejos de influencias perniciosas, lo que le daría a la académica y científica esa autoridad que señala Zedillo.
Quizá Zedillo se preguntó antes de hablar, si era posible confiar en la presidenta, y en ese instante pensara en la estrecha cercanía entre ella y AMLO, que muchos dan por cierta. Y quizá también reflexionara en que es posible y adecuado confiar en Sheinbaum, siempre y cuando marque distancia del líder que la encaminó cuidadosamente a la presidencia.
Esa preocupante idea de que ella es manejada por López Obrador, existe desde la nominación como precandidata presidencial y aumentó con el extenso grupo de personas que el obradorismo le impuso desde la precampaña hasta ahora en muchos de los cargos del gabinete federal y en los otros poderes y entes autónomos.
Además de ello, en otra circunstancia que la expone más, Andy López Beltrán fue designado a dedazo puro como secretario general de MORENA unos días antes de la toma de posesión.
Un hecho que debiera analizarse, es que muchos hombres del país, desde su particular universo masculino y patriarcal, quieren que la presidenta actúe como si fuese un hombre o perteneciera a ese universo o tuviera mirada de hombre.
La mirada de una mujer, su pensamiento y visión, siempre va a ser desde la perspectiva del universo femenino, con todo lo ello conlleva. Y eso sin duda será benéfico para nuestro país.
No debiera haber tanta desconfianza, si en países del mundo entero han triunfado como estadistas, mujeres como la reina Isabel II del Reino Unido, o como Margaret Thatcher en Inglaterra, o en Alemania con Ángela Merkel, o en el continente americano con Michelle Bachelet en Chile, o con Laura Chinchilla en Costa Rica.
Entonces, por qué no darle el voto de confianza a Sheinbaum, quien parece encaminarse al rompimiento con el expresidente López Obrador. Ahí están como ejemplo las decisiones y logros en materia de seguridad pública y manejo de cárteles del narcotráfico, con ayuda del secretario Harfuch. Otro asunto con una fuerte variación es el importantísimo tema de los medicamentos del sector salud, donde ya hay nuevas estrategias y avances positivos.
¿La disyuntiva y el deslinde caminan por una senda hacia nuevos y esperanzadores tiempos? ¿Sheinbaum quiere obtener su propia credibilidad y pasar a la historia de una manera correcta?
Su sexenio inicia y espera los primeros rayos del sol. No adelantemos ni especulemos. Tengamos paciencia.