Si alguien se pregunta dónde están los más de 47 mil millones de pesos que se calcula que Javier Duarte desvió a su favor, de sus amigos y familiares, durante su gobierno en Veracruz, una primera respuesta está en Valle de Bravo. Apenas con un año en el poder el exgobernador prófugo inició la construcción de tres complejos arquitectónicos, todos de diseño, de gran lujo, en el que sólo la cocina de uno de ellos alcanza un valor de dos millones de pesos, un refrigerador que supera los 15 mil dólares y el azulejo de la alberca de al menos ocho millones de pesos, y que a capricho del hoy prófugo fue modificado en tres ocasiones.

Calidez interior. No existe espacio en el que se haya escatimado en lujosos detalles para la construcción. Foto: Tomada de www.admexico.mx

Tal es el grado de ostentación al que llegaron Duarte de Ochoa y su inseparable amigo, Moisés Mansur Cysneiros, que, a su pedido, el galardonado arquitecto Manuel Cervantes Céspedes, autor de las propiedades, diseñó en el rancho Las Mesas una veintena de caballerizas con un mecanismo para que, a placer de los dueños, al abrir las puertas corredizas ubicadas en el piso del jardín, se quedaran al descubierto los equinos pura sangre, todos ellos traídos de Europa, con un precio cercano a los 200 mil dólares cada uno. El lugar contaba con un equipo de al menos 15 trabajadores.

Obra premiada. El acceso principal de El Mirador fue diseñado con esculturas, espejos de agua y bebederos para caballos. Foto: Tomada de www.admexico.mx

En los tres inmuebles, construidos en las 100 hectáreas que conforman el rancho se eligió todo de buen gusto. Cada alfombra, cada estructura, la iluminación, las atmósferas, todos y cada uno de los enseres fue cuidado a detalle por Duarte y su círculo cercano. La cocina se equipó con un refrigerador de la marca Sub Zero, la comida que preparaba el chef de planta era cocinada en la estufa de gas Wolf y en un horno de 8 mil dólares; los banquetes eran servidos en la vajilla italiana blanca artesanal Vietri.

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Cocina de ensueño. Equipada con el mobiliario más moderno para chefs profesionales, vajillas italianas y utensilios de plata.

El café se preparaba en la máquina Smeg que a la venta supera los 40 mil pesos. Los interiores, incluido un recinto taurino para recibir invitados con salón y vapor subterráneo, fueron decorados por la empresa Habitación 116 que, bajo la dirección creativa de los arquitectos Rafael Rivera y Javier Claverie, diseña mobiliario por pedido y a la medida.

En gran parte de los inmuebles se utilizaron durmientes de ferrocarril oscuros de una red ferroviaria desmantelada de Monterrey, piedra local rosa y gris, roble blanco, azulejos locales, cobre, teja canadiense, pino de Durango y aserrín traído de Canadá.

Así era el lujo con el que Duarte de Ochoa y Moisés Mansur, prestanombres del exmandatario, consiguieron edificar las construcciones de El Mirador, y Proyecto Ecuestre, mientras una tercera se quedó al 60% de la obra, según la reconstrucción que ejecentral hizo a partir de documentos y testimonios, así como evidencias fotográficas que de forma anónima llegaron a la redacción de este semanario.

Las dos construcciones que ideó y terminó la firma mexicana CC Arquitectos, a cargo de Manuel Cervantes Céspedes, para Javier Duarte en Las Mesas eran para presumir, y la muestra de ello es que ambas consiguieron reconocimientos: en 2013, los 459 metros que conforman El Mirador fueron reconocidos con el galardón de “Iconos del Diseño” en la categoría de Arquitectura Residencial; al año siguiente, el Proyecto Ecuestre recibió el primer lugar en “La Bienal Panamericana de Arquitectura”, certamen que tuvo lugar en Quito, y además, por la misma obra, figuró como finalista en “AR Emerging Architecture Awards”, considerado uno de los más prestigiados premios que se entregan a los arquitectos emergentes.

Plan fuga. La lenta reacción de las autoridades permitió que los habitantes del rancho pudieran extraer los enseres.

La tercera construcción, también de Cervantes Céspedes, se quedó en proceso. El lugar es una galera de madera cruda y vidrios anchos que deja ver el paisaje espeso de Valle de Bravo. Ahí, donde resaltan los espejos de agua, las múltiples albercas interiores y siete habitaciones tipo suite, cada una con planta baja, primer piso, baño e instalaciones para adecuar una gran tina, la cual se pensaba para que Duarte de Ochoa y su familia pasaran sus días de descanso.

La obra inconclusa que permanece en abandono a unos 100 metros de La Joya, que es como se le conoce al espacio de pasto recortado donde quedaron las cinco habitaciones para los trabajadores del rancho, los corrales, bodegas, unas caballerizas mucho más modestas en comparación con las de la casa principal, y un ruedo.

Una joya. El Mirador obtuvo reconocimientos internacionales de arquitectura en 2013 y 2014 y salió en portadas de revistas especializadas.

Ahí es donde habitaban las llamas, los perros Lucas, Calamardo, Rocko y los Border Collie, gallos, gallinas y pollitos en crianza; borregos, peces, caballos, yeguas, y hasta un aviario, según los testimonios recabados.

En las edificaciones, escondidas entre el paisaje, los dueños no tenían empacho en sobresalir con el arribo de helicópteros, incluso hasta el del gobierno del estado, que llevaban hasta el lugar a los invitados a las fiestas o reuniones que organizaba Moisés Mansur, y que todavía hasta junio pasado se seguían realizando pese a que para entonces ya se había hecho pública la existencia de este rancho en el paradisíaco Valle de Bravo.

Fuentes cercanas a Javier Duarte han reconocido que la ostentación que se procuró no tenía límites. “Pensaba que nada le iba a pasar, que era intocable”, así era el sentir que los allegados al exgobernador percibieron hasta poco antes que se considerara uno de los más buscados por la justicia.

Jonathan Nácar, Elva Mendoza y Jorge Villalpando/ Eje Central
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