Por Hipólito Reyes Larios, Arzobispo de Xalapa.

El perdón a los hermanos. En este día, 17 de septiembre de 2017, celebramos el Domingo 24 del Tiempo Ordinario, Ciclo A, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Mateo (18, 21-35) el cual presenta el tema del perdón fraterno y la parábola del siervo sin entrañas.

El texto inicia así: “Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. Ante las ofensas recibidas de parte del prójimo, Pedro se atreve a proponer, de una manera generosa, el número siete que para los hebreos es un número sagrado y perfecto.

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Sin embargo, Jesús manifiesta claramente que el perdón fraterno debe otorgarse siempre, en todo momento y de manera incondicional porque el amor no admite medida. De esta manera, queda descartada la antigua actitud del odio y la venganza afirmada en el libro del Génesis (4, 24): “Caín será vengado siete veces, pero Lamec lo será setenta y siete”, y también queda superada la mesurada ley del talión: “Ojo por ojo y diente por diente”. En la Biblia están siempre estrechamente asociados el perdón divino, dado de forma gratuita y misericordiosa, y el perdón al prójimo. Así, un texto del libro del Sirácide ó Eclesiástico (28, 2-4) que hoy se proclama en la Primera Lectura dice así: “Perdona la ofensa a tu prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir perdón al Señor? El que no tiene compasión de un semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados”? La Carta a los Efesios (4, 32) dice así: “Sean bondadosos y compasivos; perdónense unos a otros, como Dios los ha perdonado por medio de Cristo”.

El mismo San Mateo (5, 23-24) señala el perdón fraterno como condición previa e indispensable para poder entrar en comunión con Dios en el culto: “Si al llevar tu ofrenda al altar te recuerdas allí que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y vete antes a reconciliarte con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda”.

La Parábola de los deudores. La enseñanza sobre el perdón fraterno es ilustrada por el mismo Jesús, al decir a sus discípulos que el Reino de Dios se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. Así se presenta a uno de sus grandes deudores que, al pedirle perdón, se compadece, le perdona todo y lo pone en libertad. Sin embargo, este servidor no se aprende la lección, es incapaz de perdonar a uno de sus pequeños deudores y lo mete a la cárcel. El rey llama la atención al siervo que fue perdonado por él y que no supo perdonar a su hermano. Le impone el castigo de pagar su propia deuda y lo mete en prisión por no haber sido compasivo con su hermano. La negación del perdón parece a veces la reacción más digna y normal ante la ofensa, la humillación o la injusticia, pero no sirve para humanizar al mundo. Una pareja sin mutua comprensión se destruye; una familia sin perdón se vuelve un infierno; una sociedad sin compasión resulta inhumana.

Importancia del perdón. En la dinámica del perdón, dice Antonio Pagola, hay un esfuerzo por superar el mal con el bien. El perdón es un gesto que cambia cualitativamente las relaciones entre las personas y plantea la convivencia futura de manera nueva. Por eso el perdón es una exigencia individual que debería tener una repercusión social. Perdonar no significa necesariamente reprimir el enojo o la cólera que son una reacción sana de irritación ante la ofensa, la agresión o la injusticia sufrida. Por el contrario, el odio, el resentimiento, el rencor y la venganza van más allá de esta reacción; la persona vengativa busca hacer daño, humillar y hasta destruir a quien le ha hecho mal. El rechazo del perdón no es propio de los cristianos porque, es un rechazo de la fraternidad querida por Dios que nos perdona todo a todos.

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