Son mujeres, artistas y comparten su origen latinoamericano. También, su forma de interactuar con el entorno: pintan murales y lo hacen en la ciudad que eligieron para vivir: en Berlín.

“El arte urbano es una herramienta perfecta para llegar a un público amplio y diverso”, dice Rommygon (Rommy González) a DW. Además, “es un espacio abierto a todos y todas quienes quieran intervenir, fuera de las convenciones artísticas tradicionales, fuera de las galerías y los museos”, apunta la artista nacida en Santiago de Chile y residente en Berlín desde hace una década.

“Es un arte visceral, muchas veces con sentido político o social, y muchas veces, sin sentido. Es un lienzo abierto que proporciona un sentido de pertenencia a la comunidad, ya que pertenece a todos y a nadie al mismo tiempo. Es un regalo”, define poéticamente la muralista sudamericana.

“El arte que se hace en la calle tiene el potencial de generar un cambio de manera directa con el público. Es como entregarle a la arquitectura un alma encendida”, define, por su parte, la artista colombiana Carolina Amaya.

Los desafíos de pintar murales

Asimismo, “los murales son como la vida: temporales. Ese mural al que le doy toda mi energía, algún día va a ser borrado”, sostiene, realista, en entrevista con este medio.

“Cada mural es un reto personal: el clima, la altura, todo es una aventura, y eso me encanta”, afirma, en tanto, Jumu (Jurena Muñoz), de madre peruana y padre chileno. “Además, pintar murales requiere mucho movimiento del cuerpo, y es casi como bailar en las alturas, bajo el sol”, grafica la muralista en diálogo con DW.

“Hay muchas razones por las cuales pintar murales es una de mis pasiones”, cuenta, en tanto, Caro Pepe a DW. “Hay algo muy particular en el desprenderse de la obra inmediatamente después de terminarla, y que la obra sea tanto de todos, como de nadie”, explica.

“Cada mural es un desafío personal, ninguno es igual al otro”, afirma.

¿Qué la motiva? “El deseo de que el arte llegue a todas partes y de llenar de color las ciudades”, apunta la artista, nacida en la argentina provincia de Corrientes.

“Al aire, libres”

Así, movidas por el impulso de querer compartir su arte y la certeza de saber por qué, no pierden oportunidad de dejar su impronta a la vista de quien quiera mirar.

Es el caso del Festival “Al aire, libres” estrenado el año pasado en la capital alemana, creado por el arquitecto y curador chileno José Aguad, con el objetivo de “explorar nuevos formatos con los que poder llevar arte al espacio público, donde las personas puedan ver arte libremente y disfrutar del proceso de desarrollo de la obra”, según cuenta Caro Pepe, una de las cuatro artistas convocadas para el evento.

“En un espacio y estilo artístico esencialmente marcado por la presencia y los códigos territoriales de los hombres, las mujeres han inaugurado un espacio que habla no solo de su visión del mundo a través del arte, sino también de su lucha por acabar con el acoso y la violencia que son comunes en la ciudad”, destaca la muralista argentina sobre la iniciativa.

Impronta latinoamericana

Así, en la ciudad y en grandes dimensiones, las artistas acercan miradas, historias, y el acervo cultural del continente que las vio nacer. 

“Manejo colores que son elevados, vitales, llenos de pasión y emoción latina, colores que revelan toda una cultura que, simplemente, llevo en la sangre”, sostiene con orgullo la talentosa artista bogotana Carolina Amaya.

“Mis grandes influencias vienen en su mayoría de mis recuerdos, de las excursiones por el barrio, los paseos a la montaña y las largas vacaciones que tuve la suerte de tener con mi familia, recorriendo en carpa el norte de Chile”, cuenta, por su parte, Rommygon, con brillo en la mirada.

“Siento una conexión profunda con la cultura precolombina, especialmente con los mayas, aztecas e incas. Sus bailes tradicionales, festividades y máscaras me inspiran, y los interpreto en mi arte con un toque de libertad creativa”, concluye, por su parte, Jumu.

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