El título recuerda a una composición de Marco Antonio Solís, el afamado cantautor de éxitos populares conocido como El Buki Mayor.  Y aunque el autor le canta al desamor en la pareja, de alguna manera, la letra hace recordar circunstancias veracruzanas sobre sus gobernantes y también sobre sus ciudadanos, recalcando en los versos los perniciosos efectos del error.

Si sostenemos que Veracruz está a la deriva, se debe a la serie ininterrumpida de desaciertos y fallas en que ha incurrido el gobernador Cuitláhuac García, pareciendo que el ingeniero no ha logrado aprender nada en su atribulada y caótica gestión, donde como han señalado muchos, resultan seriamente mínimos los logros que se le pudieran atribuir en casi cinco años ejerciendo uno de los presupuestos más grandes de México.

El Veracruz de 2023 es un estado que vive y sufre inseguridad pública, corrupción, endeudamiento del gobierno, escasas obras públicas, desempleo, baja producción y competitividad, aumento de pobreza e impunidad a escalas alarmantes. La injusticia enciende sus focos rojos.

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Y si se habla del error y el fracaso, debemos reconocer que estos ocurren por culpa de dos partes: del gobernador, por un lado, y por el otro, de los ciudadanos que lo eligieron y que tampoco han sabido, dentro de los cauces legales, cómo exigir o señalar los defectos o irregularidades y llamarlo a cuentas. 

La Constitución Política, en su artículo 39, establece que la soberanía nacional reside originalmente en el pueblo y este puede modificar o alterar la forma de su gobierno, pero la sociedad, la gente tiene obligaciones, derechos y garantías constitucionales, que deben apegarse a lo que dicta la propia Constitución y no como lo deforman los morenistas que creen que con eso es suficiente para hacer lo que les guste. 

No, a la Constitución mexicana se le guarda y respeta en conjunto, no parcialmente, por ello el presidente, ministros y magistrados, senadores, diputados, gobernadores, y el resto de los funcionarios públicos, ‘prometen guardar y hacer guardar’ esa norma, así como al resto que de ellas surjan. Las consecuencias cuando se quebranta el Principio de Legalidad (hacer lo que dice expresamente la ley, ni más ni menos) pueden ser graves.

Por eso, desde hace meses se sabe que algunos actores políticos, grupos cansados de esperar, o sectores sociales inconformes, preparan denuncias con motivo y fundamento o cuando menos acusaciones mediáticas que aguardan el momento estratégico para conseguir efecto político o legal, pero sobre todo para hacer valer el Estado de Derecho, el cual se vulnera con mayor frecuencia.

Pero eso no es suficiente, si la sociedad se sigue conduciendo con apatía, con desgano y desinterés en lo político-electoral como si de manera individual, no se supiera hacia dónde se quiere ir, esperando que llegue algún mesías, líder o pastor iluminado que guíe con su acertado bastón a todo el conglomerado. 

Y es aquí cuando se recuerda al neurólogo y psicólogo Viktor Frankl y su célebre libro El hombre en busca de sentido. En él narra su paso por un campo de concentración nazi y el asesinato de su familia, y desarrolla a partir de esa traumática experiencia personal, una corriente psicológica denominada Logoterapia, la cual afirma que cuando el ser humano tiene afectada su dimensión orgánica y su dimensión psicológica, debe hacer valer su dimensión espiritual, estableciendo el propósito, como el camino que le guiará hacia mejores tiempos. A esto se le conoce como la psicoterapia del propósito.

Si la entidad federativa está en crisis, pensemos primero en el propósito común, para no perder el horizonte. ¿Veracruz debe buscar el sentido o el propósito mayor como entidad? ¿Cómo veríamos los veracruzanos el panorama, si todos decidimos enfocarnos en un objetivo, en una sola cosa relacionada con el futuro? Hacer esta única pregunta: ¿Hacia dónde queremos que vaya Veracruz? 

Si queremos que Veracruz vaya hacia estadios de progreso, justicia y estabilidad, para lograrlo, necesitaremos identificar al mejor prospecto de todos, para ubicarlo como candidato y así evitar en 2024 el triunfo de individuos perniciosos como Duarte o como Cuitláhuac, o de individuos que pocos conocen en el estado, o que llegan como piratas al abordaje, o que no tienen una trayectoria honesta, de resultados tangibles  y de congruencia.

No debemos ir a las elecciones de 2024 a ciegas, a votar por personas simpáticas o hablantinas, que repetirán esas historias de fracaso, mediocridad o corrupción que desaparecen recursos públicos. 

No podemos seguir así. Veracruz está a la deriva desde hace muchos años. ¿Hacemos algo ya, o nos tiramos en la hamaca a seguir tarareando la del Buki?

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