Discutir es sano y puede ayudarnos a sanar nuestras relaciones, si sabemos cómo hacerlo, defendiendo nuestros puntos de vista y respetando los ajenos, sin darle cabida a la agresividad, según explican los psicólogos, quienes recomiendan mejorar nuestras habilidades de comunicación en vez de rehuir las discusiones.

¿Alguna vez has tenido que responder o corregir a un amigo o amiga acostumbrados a opinar sobre todo y sobre todos “sin filtrar” lo que dicen? ¿O quizá te has visto obligado a soportar las exigencias de un jefe por no saber como explicarle “de manera diplomática” que las consideraba desmedidas? Es importante aprender a manejar las conversaciones incómodas.

En otras ocasiones, tal vez hayas comprobado que una situación aparentemente trivial como elegir qué serie veremos esta noche con nuestra pareja o familia puede generar una serie de roces y “tira y afloja” no exentos de cierta crispación .

Nuestra vida de relación está repleta de pequeños y grandes conflictos cotidianos, que a menudo nos esforzamos por evitar, “pateando la lata hacia adelante”, es decir trasladando la solución del problema hacia un futuro difuso en lugar de resolverlo ahora.

A veces, evitar una discusión tiene el efecto colateral de elevar la tensión latente entre nosotros y la persona que tenemos enfrente, igual que aumenta la presión dentro de una olla exprés.

Pero vivir tratando siempre de no discutir ni tener conflictos, puede ser contraproducente, según explica el psicólogo Juan Muñoz.

Aunque sigamos ‘pateando la lata’ (el problema) hacia adelante, volveremos a encontrarla tarde o temprano en nuestro camino, mientras que ‘la olla exprés’ (la tensión emocional acumulada) podría acabar por explotarnos en la cara.

Conversaciones incómodas: Es preferible afrontar en vez de evitar

“El problema es que muchas personas han crecido con la convicción de que es mejor pasar las cosas por alto que provocar un conflicto”, señala Muñoz, psicólogo formado en terapia conductual, individual y de pareja, y dedicado a la atención clínica de adultos y la formación de profesionales sanitarios.

Por eso es probable que en alguna ocasión, estas personas “hayan pedido perdón por algo que sabían que no era su responsabilidad; hayan aplazado una conversación que consideraban importante por miedo a lo que pudiese ocurrir después; o hayan dicho que sí cuando en realidad querían decir que no”, según explica.

Debido a una falta de herramientas de comunicación para poder discutir de manera asertiva y respetuosa, también es probable que algunas personas hayan pasado por la experiencia de haber discutido con alguien y que se les haya ocurrido la respuesta perfecta, horas después, ya de vuelta en su casa, añade Muñoz.

Para este psicólogo, “las conversaciones más complicadas son aquellas en las que podemos prever consecuencias más adversas, como por ejemplo una discusión salarial con nuestra jefa o una conversación incómoda en el ámbito de la pareja”.

“No nos suele costar demasiado decir ´no´ o discutir con una persona desconocida a la que no volveremos a ver nunca más, justamente por eso”, prosigue Muñoz, autor del libro “Discutir es sano (si sabes cómo)”.

Sin embargo, “la discusión se nos presenta más difícil cuanto más significativa sea para nosotros la persona con la que vamos a discutir”, reconoce.

“Si tienes dificultades para discutir con alguien importante para ti, es relevante que recuerdes que discutir no significa crear nuevos conflictos, sino hablar sobre los que ya existen y, desde esa perspectiva, cuidar bien la relación”, enfatiza.

Conversaciones incómodas: Las tres reglas de oro de la discusión sana

Muñoz describe a continuación las “3 reglas de oro” para poder mantener conversaciones incómodas pero necesarias en diversos ámbitos de nuestra vida (familia, pareja, trabajo, amistad) y salir airoso de las discusiones más difíciles y complicadas.

Primera regla: Aprender a discutir con uno mismo

“Difícilmente vamos a pedir un aumento de sueldo o mejores cuidados si no nos creemos dignos de recibirlos. En ese sentido, cuidar y mejorar nuestro discurso interno, hacer las paces con esas partes nuestras que nos gustan menos y reclamar la dignidad de ser escuchado, es un paso fundamental”, subraya el psicólogo.

Segunda regla: Contextualizar la discusión

“Cuando te decidas a tener una discusión con otra persona, sobre todo si esa persona es importante para ti, avísale con antelación que quieres hablar y el tema que te gustaría tratar. Tu interlocutor tiene derecho a pensar, durante un tiempo determinado, sobre aquello que tu llevas tiempo pensando. Así, estarás preparando el terreno para tener una discusión sana”, expone Juan Muñoz.

Tercera regla: Acepta las emociones desagradables

“En muchas ocasiones, el miedo es la emoción que acaba impregnando nuestra capacidad para decir ´no, poner límites o iniciar discusiones. Si te encuentras en ese punto (si quieres decir algo, pero te da miedo) te doy la enhorabuena, porque eres una persona sana”, resalta este especialista.

“La mayoría de las veces, el miedo no nos indica que debamos dejar de decir lo que queremos, sino que nos indica que eso que nos provoca el miedo es importante para nosotros. Decide si quieres dejar de hacer algo por miedo o prefieres hacerlo con miedo”, concluye el psicólogo.

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