La “implosión catastrófica” que sufrió el sumergible turístico Titán en su viaje hacia el naufragio del Titanic pudo ser el resultado del “lento y gradual debilitamiento del material de la cámara” por la alta presión exterior, tras anteriores inmersiones a gran profundidad, dijo este viernes a EFE Roger García, director de operaciones de la base subacuática Aquarius en Florida.

“Basado en los escombros que se encontraron, lo que aparentemente ocurrió fue que la cámara de presión del sumergible no sostuvo a esas profundidades la alta presión, de hasta 5,800 libras (2,633 kilos)”, lo que causó una “implosión instantánea”, subrayó García, oficial de seguridad de buceo de la Universidad Internacional de Florida (FIU).

“Puede ser que, desafortunadamente, esta vez la cámara de presión no dio más. Pero esperamos que la investigación oficial pueda dar las respuestas que las familias necesitan”. “La tripulación no tuvo tiempo ni de pensar en lo que estaba pasando”, aseveró.

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La implosión habría matado instantáneamente a los cinco pasajeros del sumergible que desde el pasado domingo estaba desaparecido en aguas del Atlántico Norte, y que desató cuatro días de búsqueda contrarreloj.

Este jueves, la Guardia Costera de EU anunció que los “escombros” encontrados cerca de la zona donde se hallan los restos del Titanic correspondían a la parte externa del Titán.

En el vehículo viajaban el empresario paquistaní Shahzada Dawood con su hijo Suleman; el explorador británico Hamish Harding; el explorador francés Paul-Henry Nargeolet y el consejero delegado de la firma OceanGate, Stockton Rush.

LENTO DEBILITAMIENTO DE LA CÁMARA

“Aunque (el Titán) ya había ido a esas profundidades anteriormente, cada vez que se sumergía la presión pudo debilitar el material de la cámara, gradualmente”, apuntó el experto, un experimentado buzo con más de 20 años de servicio en la Marina estadounidense.

La diferencia de presión es tanta a esas profundidades que “pudo causar un fallo catastrófico en la estructura de la cámara de presión del sumergible”.

Pese a que es muy difícil determinar todavía con exactitud cuándo y cómo ocurrió este fallo catastrófico, García precisó que, de no ser una implosión la causa, “el oxígeno disponible no es el problema” real.

El problema, en este segundo escenario de una posible pérdida de energía a bordo, sería el dióxido de carbono, ya que un nivel de este gas que alcance el 10% es muy tóxico y resulta letal, asegura.

Sobre la fiabilidad de batiscafos como el Titán, puntualiza que “siempre hay riesgos” y que, en el caso de este sumergible, “hay muchas variables en términos de construcción y procedimientos de certificación que deben ser evaluados”.

INSPECCIONES, CERTIFICACIONES Y CONSTRUCCIÓN

Explica que, por ejemplo, el laboratorio de investigación submarino Aquarius, a 62 pies de profundidad (19 metros) en Cayo Largo, “fue construido siguiendo las leyes federales de cámaras de presión” y tiene inspecciones todos los años y una especial cada tres.

“No sabemos qué hicieron en este caso”, dice en referencia al Titán, pero este siniestro llevará a “revisar cómo se construyen estos sumergibles y el tipo de inspecciones”, añade.

En realidad, los peligros que entraña una expedición como la del Titán, son los mismos que se presentan con el Aquarius, solo que a menos profundidad.

Es decir, “se puede perder la comunicación, puede entrar agua a la cámara de presión, una implosión, una explosión, un fuego, se puede perder el oxígeno, el dióxido de carbono puede subir a niveles tóxicos, etc…”, dice.

En ese sentido, el Aquarius, dependiente de FIU, es como un submarino o sumergible, “pero no se mueve”, un laboratorio estacionario en el fondo del mar donde “podemos entrenar a personas y brindarles la experiencia de estar dentro de un sumergible”, además de instruir sobre “los problemas que puedan pasar dentro de un sumergible y las leyes de construcción” de estos vehículos.

“Por eso es tan importante tomar en cuenta esas variables al diseñar y construir un sumergible”, advierte.

La misión de bajar a ver los restos del Titanic, hundido en 1912 tras colisionar con un iceberg, era responsabilidad de la empresa OceanGate Expeditions, dueña y operadora del sumergible empleado para llevar a cabo expediciones en aguas profundas.

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