Un estudio liderado por la Universidad Complutense y el Centro de Investigación Biomédica en Red Salud Mental (CIBERSAM) ha observado un incremento del suicidio desde 2018, especialmente durante el primer año de pandemia, en 2020. Los tres principales grupos de riesgo de suicidio son las personas solteras, los adultos de mediana edad y los residentes en grandes áreas urbanas o capitales de provincia.

Los investigadores que han participado en este estudio señalan que detrás de estos tres grupos de suicidio más vulnerables hay una gran soledad y “falta de apoyo social” que fue sufrida en mayor medida por adultos de mediana edad y personas solteras durante la pandemia.

Los tres grupos afectados

En EFEsalud hemos hablado con Alejandro de la Torre, investigador del Departamento de Medicina Legal, Psiquiatría y Patología de la UCM, uno de los autores del estudio, quien nos ha explicado el perfil de los tres grupos de suicidio identificados que comparten una gran soledad y la necesidad de acompañamiento:

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Adultos de mediana edad (40-64 años): Este colectivo lo constituyen aquellos que han sufrido situaciones de cierre de negocios, deudas, los ERTE… Es decir, los principales mantenedores de las familias que sufrían por el balance que tenían que hacer entre las responsabilidades y los recursos con los que contaban.

Áreas urbanas: Este grupo lo componen las personas que viven en áreas urbanas de más de 50.000 habitantes o capitales de provincia. Al vivir en lugares donde era difícil establecer la distancia social, no tenían acceso a lugares donde desconectar. Por el contrario, era más probable que aquellos residentes en pequeñas ciudades y municipios contasen con zonas verdes, lo que les permitía salir de sus casas y respirar. 

Personas solteras: Aquellas que se vieron privados de factores de protección del suicidio, como tener una red social amplia que les sacase de la soledad acompañándolos y ayudándolos. Al estar acostumbrados a entablar relaciones y socializar en lugares públicos como bares, discotecas o gimnasios, durante la pandemia, se vieron privados de las relaciones que les proporcionaban dichas redes sociales. 

Este estudio investiga también si, además de la soledad, podrían incidir otros factores, como la contaminación, la densidad de población, la temperatura, o las tasas de desempleo. 

¿Una cuestión de género?

Tradicionalmente, señala Alejandro de la Torre, se habla de un aumento de mayores niveles de conducta suicida en mujeres y mayor mortalidad por suicidio en hombres. En general se habla de que la muerte por suicidio afecta a 3 hombres por cada mujer. Sin embargo, es importante no caer en estereotipos para evitar fomentar el estigma social relacionado con el género, el cual dice que los hombres piden menos ayuda que las mujeres.

Un incremento en el índice de suicidios desde 2018

En 2018 el índice de suicidio por cada 100.000 habitantes era de 7,58, mientras que en 2022 ha aumentado a 8,80, tal y como indican los datos del INE del 2022 publicados a finales del año pasado. Es decir, se observa un incremento durante los primeros años de la pandemia (2020-2021) con tasas superiores con respecto al periodo anterior (2018-2019).

Iván Pérez Diez, investigador del CIBERSAM y de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), sostiene que la aceleración observada en la pandemia ha sido resultado de la falta de apoyo social. Esta es la principal necesidad que se observa detrás de los grupos más vulnerables, lo cual se venían observando desde 2018 tal y como recogen los datos publicados en el informe European Neuropsychopharmacology.

“A ello se le suman las medidas de distanciamiento psicosocial que dificultaron la creación y mantenimiento de las redes de apoyo. A su vez, este tipo de medidas tuvieron un mayor impacto en las grandes áreas urbanas donde las restricciones eran mayores, imposibilitando aún más el contacto social”, explica Pérez Diez.

Prevención

Para la prevención de conductas suicidas, los investigadores del estudio nos remiten a la Plataforma Nacional para el Estudio y la Prevención del Suicidio. En esta se propone:

  • Sensibilización de la población general y aporte de contactos de ayuda
  • Restricción de acceso a medios letales y control farmacológico
  • Coordinación interinstitucional
  • Fomento de la investigación
  • Informar a la población general y grupos de riesgo
  • Formación hacia profesionales sanitarios y no sanitarios
  • Recomendaciones para los medios de comunicación
  • Unificación de criterios en intervenciones sanitarias
  • Mejora de la detección precoz del riesgo
  • Definición de competencias sanitarias según servicios

Además, dicha plataforma ha lanzado una iniciativa llamada “Hagamos un plan” que solicita una estrategia nacional de prevención del suicidio. Con ello, sugiere que un trabajo coordinado entre Comunidades Autónomas pondría dar solución a muchos problemas generados por competencias no transferidas. 

Este estudio ha puesto de manifiesto la necesidad de políticas y planes de acción para frenar el aumento en el número de suicidios. Por lo tanto, identificar los grupos más vulnerables es vital para pensar en medidas de prevención más específicas.

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