Javier Duarte no quiere que la entrevista se grabe, tampoco una imagen. Por ahora ha elegido mantener bajo perfil. “Es lo que me conviene, es lo que mis abogados me han recomendado”.

Aun así, se anima a hablar. Me permite tomar notas. Ayer conversé con él, durante casi dos horas, en el Reclusorio Norte, donde vive hace más de un año en el área de Ingreso, en una zona confinada, alejado de otros internos.

“Cuidado con lo que uno pide. Yo decía que terminando mi sexenio iba a estar un año, dos años, acostado, descansando, durmiendo… se me cumplió”, me cuenta entre risas.

Su semblante luce muy distinto al rostro serio de su última audiencia, la de mayo. Ha perdido 30 kilos, tiene una “dieta rigurosa” que consiste sólo en proteínas y verduras. Se dejó la barba, desarreglada y le cuelga unos 15 centímetros de la barbilla. Lo tupido de ésta contrasta con el corte a rape en la cabeza, que cubre con una boina beige -color que portan aquellos sujetos a proceso y sin sentencia- del mismo tono que la camisa Lacoste que viste.

Ilustración: ALLAN G. RAMÍREZ

Todos los días habla con su esposa e hijos hasta Londres, lee y hace deporte. “A mediodía camino una hora y por la tarde hago box tres horas, 15 o 16 rounds”. El reloj que porta, electrónico, que mide las calorías, es testigo de su rutina.

Mi familia, Karime (Macías) y mis hijos viven de manera austera, sin lujos. A veces batallamos, incluso, para pagar las colegiaturas de los niños”.

¿Habla con ellos?

Todos los días les marco en la madrugada de México o al medio día, que es la tarde-noche allá. Temprano, porque están desayunando juntos, o por la tarde que es cuando hacen sus tareas. Les ayudo con ellas, por teléfono hago la tarea con mis hijos.

¿Cómo se comunican?

Hablo hasta que se me termina mi tarjeta de teléfono. Me cuesta seis pesos el minuto.

Para Duarte, la parte más complicada del encierro es estar lejos de su familia. “Yo no quiero ser un padre ausente, yo crecí sin mi papá y, aunque sea a la distancia, quiero estar ahí, presente para mis hijos”.

Perdió a su padre en el sismo de 1985, tenía 12 años. Estaba hospedado en el hotel Regis de la Ciudad de México, que colapsó.

¿Quién lo visita?

Sólo dos de mis tres hermanos. El que vive en España hace 20 años no viene, pero mi hermano más pequeño viene todos los días de visita (martes, jueves, sábado y domingo), el otro viene una semana sí, otra no, y así”.

“…Y ese pagador fui yo. A mí me achacan todos los males”.

Insiste en que no hay pruebas que sostengan su culpabilidad, sin embargo, se muestra todo menos optimista ante el proceso que se le sigue por lavado de dinero y asociación delictuosa, reclasificado así recientemente por la PGR. “A mí ya me condenó la sociedad. ¿Qué juez va a querer resolver mi caso conforme a derecho?”.

El veracruzano tiene demandado por daño moral a Ricardo Anaya, quien durante un debate presidencial lo acusó de poner agua en lugar de dosis de quimioterapia en los tratamientos de niños con cáncer. “Imagínate, decían que no tenía corazón, decían que yo soy un monstruo, el más malo de malolandia.

“Tengo los documentos que acreditan que eso es falso, la Cofepris ya investigó y no encontró nada. Anaya va a tener que resarcir el daño con un pago económico”.

¿Tiene enojo hacia alguien?

No guardo rencor, ni le deseo el mal a nadie.

¿Ni a Miguel Ángel Yunes?

Ni a esa persona. Hay algo más poderoso e implacable: el karma.

“Sigo siendo institucional y leal al jefe de las instituciones, sigo siendo un soldado del Presidente, a pesar de todo. Así es mi educación, mi formación. A pesar de vivir traición tras traición.

“A pesar de que personas dizque cercanas a mí han declarado babosada y media, así me pienso morir, con mis principios y valores. Desde el principio decidí apoyarlo, desde hace años tenemos una relación institucional y personal, que para mí continúa.

“Y eso no significa que vaya a haber ayuda de la PGR. Han sido agresivos e implacables en mi caso. Estoy seguro que no cambiará.

“Lo que sí debo reconocer, es que el gobierno federal (no así el de Veracruz), nunca se ha metido con mi familia”.

No pocos piensan que entre Duarte y el próximo Presidente hay un acuerdo. “Piensan que el Presidente electo AMLO y yo somos amigos…”.

¿Cuál es su relación?

¡No lo conozco!

¿Qué opina de él?

Es el Presidente más legitimado. Ganó a pulso, por cómo trabajó para llegar a donde está.

Duarte regresará pronto al banquillo. Su audiencia está próxima. Quizá para entonces se recorte la barba y vuelva sonriente, como cuando fue aprehendido en Guatemala.

Tomado de El Heraldo de México / Manuel López San Martín

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