Puede afirmarse que los temas del amor y el desamor cubrieron gran parte de la obra del veracruzano José Sebastián Segura en el siglo XIX. Su primera producción poética estuvo prácticamente dedicada a una joven dama de la ciudad de Córdoba que se llamaba Laura, de la cual quizá no quedan muchos antecedentes sobre su vida en esa región cafetalera.

La evidencia de tal obsesión amorosa (40 poemas dedicados a Laura) se encuentra en uno de los pocos textos que logró editar el autor que era bien conocido en el país por sus frecuentes publicaciones literarias en los periódicos de la época. El libro Biblioteca de Autores Mejicanos publicado en 1884, que se puede consultar en el acervo bibliográfico de la Universidad Autónoma de Nuevo León, contiene mucha de la obra poética del cordobés, en cuyas páginas introductorias el autor acepta “que no será digno de los honores de la crítica”.

José Sebastián Segura Argüelles fue poeta, traductor, ingeniero de minas y miembro fundador de la Academia Mexicana de la Lengua. Nació el 20 de enero de 1822 en El Portal de la Gloria (actual Museo de la Ciudad) en Córdoba. Sus padres eran propietarios de la hacienda de San José de Tapia. Falleció en la ciudad de México en 1889, pocos años después de ordenarse sacerdote. 

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Los poemas apasionados dedicados a Laura van describiendo los pormenores de la obsesión del poeta por la mujer que lo cautivó, como si en su conjunto se tratara de una novela amorosa desde el inicio hasta la terminación de la relación. 

Estos son fragmentos seleccionados de algunos de esos poemas:

Laura dormida: 

“Despierta hermosa, que el vivir soñando es la única esperanza de los muertos/ entre caricias y placeres ciertos, pasemos nuestra edad”.

El álbum de Laura:

“Y puro cual las perlas de los tranquilos mares/ mi corazón humilde por ti suspira y arde”.

La declaración:

“Quien me diera, Señora, hablar contigo a solas/ mano a mano, un breve instante/ la llama viva que en mi pecho abrigo/ para encender el tuyo era bastante/ porque amor inspiraste a mi alma/ y en inquietud tornose ya la calma”

Despedida del trovador:

Escucha por vez postrera, Laura, mi última canción/ que mi laúd a tus plantas, pedazos hace el dolor/ Adiós, adorada mía, adiós, celeste visión/ si para amarme te faltan libertad, fuego y valor”.

En el poema Córdoba, el poeta canta a su tierra, pero sin dejar la obsesión por la añorada señora:

“Los cafetos de albas flores, frutos de carmín ofrecen/ y el néctar de los insomnios en espléndidos banquetes/ No olvides al que te adora con alma de fuego ardiente/ al que un Edén te ofrecía en los campos cordobeses”.

En el verso final del poema La niña mal casada, hace un explícito reclamo a Laura:

“¡Ay de la niña que a extranjeros ama!” 

Los sonetos A Laura y Amor y desdén fueron convertidos en una canción por los compositores José T. Martínez y Franco González, la cual fue interpretada por Los Tres de Coatepec a ritmo de huapango.

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