Gabriela y Manu llevaban dos semanas en la estancia de Sierra de los Padres, situada a pocos kilómetros de la ciudad de Mar del Plata en Argentina. Con el fin de que ella pudiera rehacer su vida con el deportista y entrenador de caballos, sus padres le habían aconsejado que dejara bajo su cuidado a los niños. Además de ello, conseguiría alejarlos de los tormentosos tiempos que estaban viviendo sus progenitores a causa de las acusaciones del gobierno autonómico contra Alex, originadas por su desastrosa gestión en la Xunta de Galicia.
Por ese motivo, su sucesor en el gobierno no cesaba de fustigarlo e incriminarlo, mientras que Alex seguía en calidad de prófugo, ignorándose su paradero. Lo peor para él era que conforme corrían los días, desde su huida de Santiago, cada semana que pasaba hacía más grande el monto desaparecido de las arcas públicas.
Por otro lado, las constantes noticias sobre el desfalco al tesoro y las aberrantes irregularidades administrativas durante su régimen habían logrado cimbrar a la sociedad gallega, la que sorprendida por la estatura política que mostraba Mikel, el nuevo Presidente de la Xunta, lo empezaba a mirar como el más fuerte de los candidatos a la presidencia del gobierno español.
Para apoyarla en su relación con el deportista, los padres de Gabriela consiguieron convencerla de que ellos se encargarían del cuidado y formación de sus nietos, trasladándolos desde España hasta la estancia pampera. Las extensas llanuras y los cientos de caballos que allí pastaban eran la delicia de los chicos. Con la aprobación de Matías, su esposa había tomado las riendas de su educación, y apoyada por dos nanas, supervisaba sus tareas y actividades recreativas.
Una mañana en que los muchachos estaban en el colegio, padre e hija decidieron recorrer la propiedad para apreciar el crecimiento de los pastos y el desarrollo del ganado caballar. En realidad, ella buscaba el momento propicio para sincerarse con Matías y revisar conjuntamente la evolución de las finanzas familiares. El campo era el lugar ideal. La inmensidad de la naturaleza y el silencio imperante serían los únicos testigos de esa conversación.
Desde que nos vimos en Orense el año pasado, quería revisar contigo algunas cosas, papá –le dijo Gabriela–. Como siempre, quiero decirte que aunque yo esté con Manu, nuestro acuerdo sigue vivo. En todos los proyectos, en todas las inversiones y en todos los beneficios, tú y yo, somos uno mismo. Desde siempre y hasta la eternidad. En ese aspecto, nadie puede suplirte, papito.
Sé que has tenido algunos problemillas que tu habilidad ha de superar. Quiero que estés tranquilo, ya que todo marcha sobre ruedas. Los pactos con La Moncloa están vigentes. Heri tiene los procesos bajo supervisión constante, y por fortuna, su ambición la tenemos controlada y satisfecha con creces. De Alex, no te puedo decir nada, porque ellos me aseguraron su silencio. Pero no me interesa su suerte y no quiero hablar de él.
Cuando estuvimos en la Xunta, yo me aseguré de no dejar huella. Aunque tú pudieras escuchar distintas versiones, no hagas caso, papá, no te preocupes. Debo decirte que dejé señuelos y pistas falsas por doquier. También algunas bombas sembradas, que explotarán al primero que pretenda pasar por allí. Cisneros es como el Conde de Olivares, un Fouché, un Maquiavelo; por eso se forró y está donde está. Cuesta caro, eso sí, pero con él, no hay Mikel que valga.
Ya supe que Cuevas de Almanzora le entregó información de todos los que participábamos en el equipo, además de treinta millones de euros que había conservado en unas maletas de viaje que enterró en sus terrenos del Volcán de las Brujas o en los de Costa Rica, no sé. Con eso amarró su impunidad en la diputación y blindó los setenta millones que le quedaron para sus generaciones futuras, el regaló de Alex por sus servicios en la tesorería de Galicia.
Del imbécil de mi exmarido imagino que no quedaron ni las cenizas. Pero eso es peccata minuta. Su recuerdo me estorba.
También quiero decirte que ubiques un lugar para guardar los expedientes secretos, los audios y filmaciones del tío, de Mikel, de los ministros principales y del inquilino de La Moncloa. No sabes cuánto disfruto medir mi inteligencia con iguales. Pero …no, creo que eso no es medir, porque en realidad, no somos iguales. Como dicen aquí, ¡Son unos boludos!
Las inversiones van viento en popa. Con la fortuna que hemos amasado, ya nos codeamos con las monarquías europeas y árabes. Gracias a tus enseñanzas estoy en los círculos más altos del planeta.
Me sorprendes Gaby, porque sí, estaba un tanto preocupado—le contesta Matías—. Esta plática era necesaria. Tú eres mi niña y no soportaría saber que te quitan lo que tanto te ha costado conseguir.
Por tus hijos, no te preocupes, los formaremos a imagen y semejanza tuya, claro, con algún acento argentino y estilo europeo, como deseas. Cuando crezcan, si les interesa, que estudien en Inglaterra o Alemania.
Ves aquella potranca dosañera, ¡la alazana! Sus padres son pura sangre; los compré en Turquía. Es sumamente lista, hermosa e indomable, como tú. Se llama “Cariño”. ¿Te gusta?
Continuará…
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