Las noticias que Alex recibía de sus contactos en Galicia no eran nada alentadoras. Lo que allá se decía resultaba preocupante para el exgobernante gallego. Le costaba creer que algunos periodistas españoles hubieran hablado hasta de su muerte. En la soledad del camarote meditaba las circunstancias que lo empujaron al destierro social y a convertirse en prófugo de la justicia.

La suerte había permitido que el capitán de un viejo buque mercante libanés lo trasladara a Venezuela en calidad de polizonte. Llevaba información sobre las personas que lo ayudarían en el país sudamericano y tenía el domicilio de la casa que ocuparía en una de las zonas más pobres de Caracas. Para conseguir asilo en ese país había tenido que entregar una fuerte suma de euros a uno de los corruptos generales de la república bolivariana.

El redondo cristal de la ventana le dejaba mirar la inmensidad del mar. La exigua ración de patatas y arroz que le regalaba el cocinero del barco lo mantenía sin dormir a causa del hambre y la debilidad. Como sabía que el viaje a Maracaibo se hacía en dos semanas, procuraba distraerse repasando pasajes de su vida, consiguiendo de esa forma olvidar la necesidad de ingerir alimentos.

Esa noche la luna llena iluminaba el horizonte; el silencio del mar calmo alargaba las horas, los minutos y los segundos. A Alex le preocupaban sus hijos, aunque se tranquilizaba pensando que su corta edad les impediría darse cuenta de lo que estaba ocurriendo en su familia. Le abrumaba la idea de que su madre y hermanos habían decidido hacer mutis y alejarse de él para no tener complicaciones. De Gabriela y de Matías no sabía nada, situación que finalmente agradecía; nadie podría imaginar cuanto había llegado a odiarlos, casi desde su matrimonio con ella. Estaba seguro de que ni ellos mismos lo percibirían aunque estuvieran conversando con él.

Recordó los años de gloria con el tío y los tiempos de dicha durante los primeros años en la Xunta. Las muestras de pleitesía y el reconfortante asedio de las mujeres. Los efusivos abrazos de los personajes del poder económico, político, social y religioso. Las fiestas de sociedad y las estimulantes reuniones en corto con los suyos. Pero un día acabó el dinero y vinieron los problemas. También llegó la insolencia de Matías y la persistente intromisión de Gabriela en los asuntos de Estado. Reflexionó en los préstamos que contrató para darle gusto y sustento; una pequeña época que acabó cuando las calificadoras internacionales descubrieron el desfalco al gobierno.

Después… huir, huir y seguir huyendo. Reconoció que aún le avergonzaba el disfraz femenino que tuvo que enfundarse para salir de Casablanca. Su padre lo mandaría al infierno si lo hubiera visto maquillarse y colocarse una peluca rubia. Por unos instantes recordó muchas de las reuniones íntimas en las que disfrutó esos liberadores atuendos. Una gran etapa que guardaba su recuerdo. Esa ocasión, diez minutos de arreglo fueron suficientes para burlar a la Interpol.

Pensó en identificar los posibles momentos de su declive. “Fue cuando regalé la caña de pescar al hablantín candidato de mi partido por recomendación de El Chulo, o fue cuando le di los novecientos millones de euros que jamás aclaró. O cuando le entregaba recursos al candidato de la izquierda que al final lo mandó al tercer lugar en las preferencias. Quizá nunca lo sabré. Bah, da igual, ¡ese era un gilipollas, un pobre político salido de la nada, con ínfulas de grande!”.

Volvió a recordar la última entrevista en el Telediario de la mañana. Ese día cuando llegó por última vez a su despacho en Galicia, ya lo esperaban sus amigos cercanos de medios de comunicación, El Chulo y Gabriela. Utilizó el mismo cinismo con el que se presentó en la televisión, y tranquilamente les dijo: “Ahora sí me va a conocer Mikel, me voy a defender con todo; prepararé mi protección para demostrar que no soy un corrupto”. “Mira, Ferraga –le dijo a un empresario de medios– “El oriental” será el encargado de bajar la cortina de mi gobierno y ya tiene instrucciones de cubrir los adeudos con tu empresa. Quiero que estés tranquilo, porque voy a necesitar mucha cobertura mediática para exponer mi defensa”.

Como en una película vio esas inolvidables horas. En ese encuentro con los cercanos, Gabriela jamás dejó de mostrar su nerviosismo, revisando los incesantes mensajes de texto en el móvil y gesticulando con el estilo mojigato que la caracterizaba. Unas horas después, él y Gabriela se despidieron de sus amigos. Evocó las miradas de El Chulo, quien no reparaba en el asombro, mientras sus ojos se cubrían de llanto.

Cuando llegaron a su casa del club, él se despojó de la vestimenta y con aparente tranquilidad salió a jugar al campo. Entre café y té helado pudo disfrutar una tarde relajada con sus amigos golfistas.

Así culminó ese día. A la mañana siguiente a temprana hora, portando vestimenta sport caminó un rato en el campo de golf y de improviso se introdujo en una casa de la orilla y pensó que nadie más volvería a saber de él. Desde entonces no hubo radar ni poder humano que pudiera dar pistas de su paradero.

Pocos minutos después Gabriela saldría en su vehículo con rumbo desconocido, mientras “El oriental” enseñaba sus dotes de policía chino. Así estuvo planeado y así lo hicieron.

En la madrugada, el cansancio y la emoción del recuerdo logran vencer a Alex, quien auxiliado por las hadas, poco a poco siente que inicia un viaje al país de los sueños.

Días después del desembarco en Venezuela, el viajero pudo alojarse en la barriada caraqueña Pinto Salinas, una zona marginal donde las puertas y ventanas de las viviendas presentan marcas de disparos de bala. Alex debe convivir con peligros y riesgos latentes, esquivando enfrentamientos entre bandas rivales.

Prefiero vivir como los olvidados de este barrio—se dice a sí mismo—. Es mejor estar alejado de lo que se vive en mi país.

Continuará…

Ver anteriores

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (2)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (3)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (4)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (5)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (6)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (7)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (8)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (9)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (10)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (11)

LA CAÍDA DEL PRÓFUGO (12)

Publicidad