Paucis notus, paucioribus ignotus,

Hic jacet Democritus junior

Cui vitam dedit et mortem

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Melancholia

Héctor González Aguilar

Algunas palabras resultan agradables al oído aun cuando se ignore su significado, otras contienen una carga de emotividad impresionante y difícil de describir. Otras más tienen una historia tan larga como la misma humanidad y nos acompañan donde quiera que vayamos.

Hay un vocablo que es, o representa, todo lo anterior. Una hermosa palabra, antigua como los dioses, cuyo significado implica un estado de ánimo que oscila entre la tristeza, la angustia y el abatimiento total. Se trata de la melancolía. Perfecta en fondo y forma, en significado y significante. Término preferido de los poetas y de los pintores. Actitud imprescindible en los espíritus románticos, sentimiento apropiado para los hombres que aman y para las mujeres que esperan la llegada de su príncipe azul cabalgando a lomos de un brioso corcel.

Fue Víctor Hugo quien alguna vez dijo que la melancolía es el placer de estar triste ¿Es posible, acaso, que haya alguien capaz de resistirse a ese placer? Todos llegamos a experimentar en carne propia la congoja, el desconsuelo, el miedo y la aflicción al mismo tiempo. La sola palabra invita a su padecimiento. La misma felicidad, cuando se consigue, no es tan hermosa; más bien fastidia y cansa. En cambio, la melancolía resulta tan plácida que abandonarla causa desazón. 

La cita en latín es una frase lapidaria: es el epitafio bajo el que descansa Democritus Junior, sobrenombre de Robert Burton, hombre que dedicó su vida a la melancolía y murió por ella. A él debemos todo un tratado, escrito en la época del Renacimiento, sobre el tema.  

Hay un inconveniente, la melancolía ha sido tomada por la ciencia médica como objeto de estudio. La palabra, de origen griego, tiene que ver con uno de los cuatro líquidos corporales con los cuales Hipócrates explicaba las enfermedades y el temperamento humanos: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Según esto, la melancolía se debe al exceso de bilis negra. Se le ha catalogado también como una enfermedad mental que se caracteriza por el retraimiento, el miedo y la angustia combinados con la fatiga  y la inactividad física. En manos de la medicina la palabra y lo que ella denota pierden seducción.

A pesar de todo esto -¡ánimo!- no hay motivos para preocuparse, la melancolía es inatrapable y los médicos… ¡son tan dados a errar!

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