Ciudad de México. En el contexto de actividades por el Día de Muertos, se llevó a cabo la transmisión del recital “Los sonetos de la muerte”, nombre que llevan los versos escritos por la reconocida poeta chilena Gabriela Mistral (1889-1957), cuando ésta contaba con 15 años de edad; los cuales fueron musicalizados por el compositor y pianista Arturo Valenzuela Remolina.

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En memoria de las personas fallecidas por la pandemia y que en México hasta el momento han registrado más de 90 mil defunciones; el recital fue organizado por la Coordinación de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México; fue interpretado por la mezzosoprano Grace Echauri acompañada al piano por Óscar Espinoza y trasmitido por la plataformas digitales de Música UNAM.

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“Del nicho helado en que los hombres te pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada. Que he de dormirme en ella los hombres no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

“Te acostaré en la tierra soleada con una dulcedumbre de madre para el hijo dormido,y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna, al recibir tu cuerpo de niño dolorido”, escribió Mistral, en el primero de los tres originales sonetos, escritos en 1914, con los que ganó el premio de los Juegos Florales de Santiago, otorgado por la Sociedad Chilena de Escritores, y con los que saltó a la fama a nivel nacional.

La partitura musical, escrita por Valenzuela hace más de un lustro, el recital tuvo una duración de un poco más de 9 minutos.

Por momentos melancólica y melodiosa, y en otros luctuosa o briosa, la partitura de Valenzuela se amalgama con la palabra poética de Mistral.

En su tratamiento, el compositor va alternando pasajes en recitativo con otros de carácter lírico.

Según algunas referencias históricas, se ha dicho que la joven autora estaba enamorada de Romelio Ureta, y que la inspiración para crear esos versos, fue el dolor que sintió tras el suicidio de Ureta, motivado por la incapacidad de cubrir un desfalco que realizó en la empresa en la que trabajaba.

“Este largo cansancio se hará mayor un día, y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir arrastrando su masa por la rosada vía, por donde van los hombres, contentos de vivir…

“Sentirás que a tu lado cavan briosamente, que otra dormida llega a la quieta ciudad. Esperaré que me hayan cubierto totalmente… ¡y después hablaremos por una eternidad!”, escribió en el segundo de los sonetos.

El tercero, da comienzo con estos versos: “Malas manos tomaron tu vida desde el día / en que, a una señal de astros, dejara su plantel / nevado de azucenas. En gozo florecía. / Malas manos entraron trágicamente en él. /  Y yo dije al Señor: Por las sendas mortales / le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar! / ¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales / o le hundes en el largo sueño que sabes dar!”. 

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