Héctor González Aguilar

Dibujante, pintor, grabador e ilustrador, el nombre de Julio Ruelas está ligado a la Revista Moderna, órgano de difusión del modernismo mexicano. Hoy recordamos a este genial artista fallecido en París a principios del siglo XX.

Julio Ruelas nació en Zacatecas el 21 de junio de 1870, emigró a la ciudad de México siendo niño, cuando su padre fue llamado a colaborar en el gobierno. Estudió en el Instituto Científico e Industrial de Tacubaya, luego tuvo una estancia breve en el Colegio Militar, el cual abandonó para inscribirse en la Escuela de Bellas Artes en 1885. 

Desde muy joven mantuvo una gran amistad con quien luego se convertiría en poeta,  José Juan Tablada; éste recordaba que cuando Julio era niño vendía unos artefactos de papel que denominaba “titirimundos”, en los que ya manifestaba su gusto por dibujar animales extraños y figuras semihumanas.

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Alrededor de los veinte años, Julio Ruelas sale rumbo a Alemania para estudiar en la Academia de Artes de la Universidad de Karlsruhe. En Europa conoce la obra de grandes pintores, pero sus mayores influencias serían el suizo Arnold Boecklin y el belga Felicien Rops.

Regresó a México a fines de 1895, dos años después se relaciona con los fundadores de la Revista Moderna, publicación heredera de los primeros modernistas mexicanos. Los escritores de esta revista se consideraban seguidores del decadentismo, la única corriente en que el artista podía sentirse en libertad, según decía José Juan Tablada. Con ese grupo que admiraba a Charles Baudelaire, Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, se identificó plenamente Julio Ruelas.

Ruelas, de carácter introvertido, con una ambivalente postura de amor y odio ante la mujer, ilustrará la revista por varios años. La mujer será un tema recurrente en sus obras, pero también dibujará animales que aluden a la muerte, como cuervos, buitres, caballos desbocados, perros rabiosos, machos cabríos; en fin, imágenes surgidas de una pesadilla o quizá el resultado de sus visiones etílicas. 

Según testimonio de un amigo suyo, el poeta Rubén M. Campos, la obra de Ruelas es el arte de un visionario siniestro que confina con el delirium tremens. Su arte panteísta –continúa Campos- puso ojos a los árboles, dio alas a los huracanes y sentidos a los peñascos que oyen los temblores de la tierra. 

Gracias a una beca del gobierno mexicano, Ruelas puede establecerse en París en 1904. En Europa no modificó su estilo de vida, el excesivo trabajo junto con la siempre insatisfecha búsqueda de los placeres sensuales lo van debilitando y se enferma; los médicos no encuentran una medicina para sus males, por si acaso, dice a sus amigos que lo entierren en el cementerio de Monpartnasse, cerca de una calle, para escuchar el taconeo de las mujeres que pasen por ahí. Durante la celebración de la independencia nacional, el 15 de septiembre de 1907, su salud se deteriora, al día siguiente fallece por un espasmo en la laringe.

Sus deseos fueron cumplidos. Cierto tiempo después, Jesús Luján, el mecenas que hacía posible la publicación de la Revista Moderna, mandó hacer un monumento en su tumba. Un año después sus amigos de la revista le dedicaron un número completo en donde grandes personajes, como Miguel de Unamuno o José Santos Chocano, por ejemplo, lo ensalzan como el gran dibujante que fue.

En el año 2007, cuando se cumplía el centenario de su fallecimiento, sus restos estuvieron a punto de terminar en la fosa común. Fue gracias a la intervención del gobierno mexicano y el del estado de Zacatecas que se consiguió la conservación de su tumba. Por cierto, el monumento que ordenó Jesús Luján en su memoria consiste en una musa desolada llorando su partida, fue creada por el artista veracruzano radicado en París -posiblemente xalapeño-, Arnulfo Domínguez Bello, actualmente olvidado.

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