La Piedad, la obra maestra del artista italiano Miguel Ángel Buonarroti y que se conserva en la Basílica de San Pedro del Vaticano, podrá ser admirada en sus más mínimos detalles gracias a una nueva curiosa iluminación, que incluye cuatro grados distintos de intensidad.

“La nueva iluminación, realizada desde un punto de vista científico, permite admirar y mejor comprender el valor universal de la obra de Miguel Ángel. La Piedad, de hecho, es la fe de Miguel Ángel esculpida en el mármol”, explicó el cardenal Angelo Comastri, presidente de la Fábrica de San Pedro.

El responsable de la estructura que se ocupa de conservar tanto al templo más importante de la cristiandad como la Plaza de San Pedro, aseguró que gracias a la nueva iluminación la obra se podrá disfrutar más.

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Entre otras cosas, los técnicos del Vaticano y de la empresa iGuzzini Iluminación decidieron sustituir los precedentes aparatos que iluminaban a La Piedad con otros que utilizan fuentes LED de última generación, que no ocupan espacio y proyectan luz con tonalidad blanca cálida.

El sistema de cuerpos iluminantes están subdivididos en grupos, según el encendido, que pueden ser regulados en intensidad para abrir diversos “escenarios luminosos”.

Esta es, de hecho, la más notable de las novedades en el tratamiento a la célebre escultura realizada por su autor en torno a los años 1498 o 1499, y cuyas dimensiones son de 1,74 por 1,95 metros.

Así, gracias al lugar desde donde surgen los rayos de luz y la intensidad de los mismos, se constituyen cuatro distintos “escenarios” que han sido bautizados como “escultórico”, “corte de luz”, “plena luz” y “cotidiano”.

En el “escultórico”, según explicaron los responsables, la luz se concentra sobre la escultura, mientras el piso, el techo y el fondo son iluminados al mínimo.

En esta opción no se percibe una direccionalidad prevaleciente en el origen de las luces, existe en cambio un equilibrio de claroscuros que restituye la plasticidad de la obra y permite detenerse sea en el pequeño detalle, sea en la armonía del conjunto.

El “corte de luz” presenta un haz de luz que ilumina la obra desde un costado, con una dirección de incidencia evidente y sombras marcadas, mientras las cúpulas y el fondo tienen una moderada iluminación.

En el escenario “plena luz” todos los aparatos están encendidos, la escultura es absolutamente fulgurante y se vuelve ella misma una fuente de luz; las cúpulas y el piso tienen una iluminación ligeramente menor porque todo está concentrado en La Piedad.

El “cotidiano” fue pensado para los peregrinos y visitantes de la basílica vaticana, quienes admiran la obra a través de un vidrio de protección y justamente por este motivo, la iluminación es frontal.

En esta alternativa los haces de luz se cruzan con angulaciones simétricas, para restituir al espectador la plasticidad de la obra, mientras el techo central es iluminado uniformemente y las arcadas laterales reciben una luz de intensidad inferior.

“El factor de la luz es muy importante. Miguel Ángel la había pensado atentamente, con valores de iluminación muy bajos, lijando cuidadosamente las superficies de mármol en modo que pocas candelas pudiesen hacer resplandecer la escultura”, señaló Pietro Zandre, dirigente de la oficina de conservación de la Fábrica de San Pedro.

“Es la primera vez que la Fábrica de San Pedro ilumina a La Piedad con una atención tan puntillosa a los detalles”, añadió.

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