Después de la pandemia, predice Tamara Lindeman, de The Weather Station, las cosas serán diferentes. “El Covid nos ha sacado de nuestro falso sentimiento de seguridad. El mundo está listo ahora para enfrentar cosas”, afirmó la actriz y música canadiense.

Esa ola de cambios tomará muchas formas, presiente. Un ejemplo es el “reconocimiento racial” en Estados Unidos causado por las protestas del verano pasado por el movimiento Black Lives Matter. Pero también le interesa, en particular, cómo la humanidad responde a la crisis climática, mientras comienza una realidad poscovid, según The Independent.

Su nuevo álbum, Ignorance, es ejemplo desgarrador de un grupo de artistas que se dirige al peligroso presente y el futuro de la vida en el planeta. The Weather Station no está aislada. El recientemente celebrado Día de la Tierra ha puesto en claro que el cambio climático se ha vuelto un momento catalizador para el pop y el rock.

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Después de Greta Thunberg, probablemente Billie Eilish es la segunda mayor vocera de la ansiedad e ira que siente la generación Z por soportar las consecuencias del desinterés de las generaciones anteriores. Hace años las canciones Heal the World y Earth Song, de Michael Jackson, estaban inyectadas con la misma ira que mueve a Thunberg. La única diferencia es que la crisis climática parece más real en 2021 que en 1990.

Eilish apoyó la campaña No Music on a Dead Planet (Sin música en un planeta muerto). Vistió una camiseta con el logo e incorporó el slogan en los visuales de su concierto digital del pasado octubre. Thunberg, por su parte, ha colaborado con The 1975 en la canción homónima. En ella la adolescente advierte: “Es hora de rebelarse”. Mientras Coldplay anunció una pausa en sus giras hasta encontrar una medida “ambientalmente beneficiosa”.

La organización Música Declara Emergencia, cuyo objetivo es promover cambios culturales para disminuir el impacto climático, cuenta entre sus adeptos con figuras como la Thom Yorke, de Radiohead, y la banda Foals.

“La música genera grandes cambios culturales –asegura Lewis Jamieson–. Alguien involucrado con el movimiento Libertad para el Tíbet me dijo una vez: ‘la música no cambia el mundo, pero sí junta a la gente bajo un mismo techo, que después trabaja en cómo cambiar el mundo’.”

Para Lindeman, no se trata sólo de llevar el tema del cambio climático a sus seguidores, sino también de despertar esperanza y preocupación alrededor del futuro del planeta. “Este disco es una representación emocional de mí al volverme menos segura y complaciente. Creo que por eso ha resonado. Las emociones que sentimos a través de la crisis climática han sido ignoradas. Considero que la música está aquí por nuestras emociones”, indicó.

Campaña para recaudar fondos contra la problema

Otro de los músicos que ha dado pasos concretos en el tema es Brian Eno, quien el pasado 19 de abril lanzó EarthPercent, una campaña que busca recaudar 70 millones de libras esterlinas para 2030, para destinarlos a combatir el cambio climático.

Mediante pasos pequeños, Music Declares Emergency trata de lograr transformaciones. Una de sus iniciativas, por ejemplo, es alentar a las tiendas de discos independientes a que bajen los precios de los ejemplares que lleguen con daños superficiales en lugar de devolverlos al distribuidor.

Otro gran reto es el de la huella de carbono que deja la industria de los conciertos. “Salir de gira e incluso estar en una banda puede ir contra la idea de rechazar el capitalismo y luchar en beneficio del planeta. Sin embargo, creo que tampoco puedes evitar seguir tus pasiones”, sostuvo Sam Treber, líder del grupo independiente Short Fictions. “Cada banda en el mundo podría dejar de hacer giras, pero sería una gota de agua comparado con la producción de cualquier gran corporación”.

Jamieson, de Música Declara Emergencia, coincide en que se debe permitir a los músicos continuar haciendo conciertos. “Sin la industria musical creando un futuro verde y mostrando el camino a la sustentabilidad, los artistas estarán constantemente expuestos a un retroceso. Son parte de la industria contamintante, pero ellos no pueden controlar lo que ésta hace. A pesar de que el público piense que tienen todo el poder, no es el caso”, precisó.

Tamara Lindeman también es consciente de eso. Como artista que ha tocado por el mundo, es parte del problema. Aunque espera que cuando esta gran pausa termine, los músicos repensarán la manera en que llevan sus canciones a los seguidores. Incluso si eso desafía la idea de que hacer giras es crucial para los músicos que quieren llegar a fin de mes.

“Esa es una idea equivocada. Es verdad que las ganancias del streaming son muy bajas, pero también lo son las de las giras. No siempre es fácil como decir ‘Oh, vas de gira y te pagan’. Muchos músicos se endeudan para hacerlas. Es una presión muy fuerte de todos los lados de la industria.”

El reto será encontrar maneras más inteligentes de ofrecer conciertos, lo que podría implicar hacer las cosas a menor escala. “Me encantaría que fuera posible para todos.Sería muy especial que la banda que amas llegue hasta tu país para que salgas de la rutina y la veas”.

La solución, para ella, es que la industria encuentre la manera de hacer que la vida en este ámbito sea más sustentable. “Como he hecho giras, sería hipócrita de mi parte decir que ‘dejen de hacerlas’. Me encantaría ir a mi empresa local y conseguir una camioneta eléctrica y que la energía que la recargara viniera de una fuente renovable. Como músicos, ese es el futuro que queremos”.

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