“Respiro, luego existo”, exposición internacional colectiva virtual dada a conocer en diferentes plataformas digitales, es “imprescindible para cubrir con arte el panorama global de la presente pandemia”, además de “una oportunidad para mostrar nuestro ingenio y estilo, a la vez concientizar y apoyar este proyecto digital en la necesidad del uso del cubrebocas”, expresa Perla Estrada, creadora del proyecto.

Cada uno de la larga lista de artistas ha diseñado una mascarilla que, en el catálogo virtual, modela, a la manera de “autorretrato”, al igual que lo porta un maniquí que es común a todos los participantes. El cubre bocas también se muestra sólo. Hay una semblanza de cada uno de los artistas. Entre los mexicanos se encuentran: Alejandra Zermeño, Alejandra Díaz Mariscal, Álvaro Blancarte, Beatriz Sánchez Zurita, Carmen Beatriz López Portillo, Christa Klinckwort, Héctor de Anda, Jackie Jones, Lolita Ayala, María Eugenia Chellet, Martha Chapa, Rafael Pérez y Pérez, Roberto Rosique y Víctor Mora.

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Muchos de los cubrebocas no son para usarse en la calle, más bien parecen arte objeto, como Lo que queda por decir, de la escultora argentina Adriana S. Sisto, una talla directa sobre madera de abedul y cedro con incrustaciones de aluminio. O, como Mano negra: La conspiración, de Alejandra Zermeño, modelado y vaciado en látex, tejido crochet y bordado, que evoca el lado más oscuro de la pandamia. Al igual, Tzompantli, de Alejandra Díaz Mariscal, hecho con calaveras de plástico.

“Ante la paradoja de un objeto que todavía a muchos cuesta entender el por qué y el para qué de la necesidad de ser utilizado, se establece el uso obligado y su imagen se viraliza (qué ironía) y, aunque incorrectamente empleado (mal colocados, sucios, multiusados, etcétera), se vuelve casi un culto usarlos. Una paradigmática realidad que determina la temporalidad de un antes y un después de su uso y que este proyecto vuelto excusa para el desenlace creativo se transformará asimismo en corpus para la memoria”, escribe Roberto Rosique en el texto Cubrebocas: un antes y un después.

“Si bien ‘Respiro, luego existo’, es más que una justificación para evidenciar el ocio y sus derivaciones, no es una solución radical a la pandemia. Igualmente es difícil imaginar qué tanto este proyecto generoso contribuirá a concientizar la relevancia del uso del cubrebocas, sin embargo, no puede negarse el espíritu colaborativo que la anima y ello le confiere, me parece, un valor inestimable y también testimonial pues señala hacia dónde y cómo, podemos transitar de la mano para enmendar lo que equivocadamente hemos hecho mal”, añade Rosique.

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