Alguna vez el poeta Francisco Morosini dijo que el territorio estatal llevaba en su nombre la verdad y razón de su ser. Parece que el pueblo veracruzano está diseñado para enfrentar el sufrimiento y para ponerse de pie después de superar todo tipo de pruebas, señales e infortunios.

Cuántos años lleva Veracruz soportando a malos gobernadores. Si nos centramos en la última década, tendríamos que reconocer que Duarte, Yunes y Cuitláhuac le han quedado a deber a la tantas veces crucificada población jarocha.

Duarte de Ochoa cumple una cómoda condena en la cárcel. Y después de su fallido proyecto sucesorio envuelto en el nepotismo para favorecer a su hijo mayor, Yunes Linares vive agobiado por la amenaza de que AMLO lo castigue y le cobre viejas afrentas. Y en el caso de Cuitláhuac García, sus desaciertos en el gobierno actual se explican en su meteórica carrera basada en la sobreprotección paterna, lo que recuerda al famoso Cometín de las primeras caricaturas de tema sideral.

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La mala suerte de Veracruz se volvió a manifestar en bajos resultados desde los primeros meses de este gobierno. Y hasta el equipo de futbol del puerto desapareció, justamente en el año en que en pleno juego de la primera división y con muchos partidos perdidos, intempestivamente irrumpió en el campo un asustado tlacuache que cojeaba al cruzar la cancha. Pocos meses después de ese enero de 2019, el equipo jarocho se fue a la goma y se borró del escenario futbolístico. Malos augurios llegaron con ese inocente animalito. 

Pero eso es en el terreno deportivo, donde ahora se anuncia que, por orden y gracia presidencial, el municipio de Veracruz tendrá beisbol y al añorado equipo Águila. Así los enlutados jarochos olvidarán los más de nueve mil casos confirmados de Covid-19 y los más de mil cien muertos por ese motivo.

Quién sabe si esos ciudadanos olviden los asesinatos, los feminicidios, los secuestros, cobros de piso, desaparecidos y fosas de cadáveres que abundan en el territorio y que no resuelven ni la seguridad pública que lleva en su palabra Hugo Gutiérrez, ni tampoco la fiscal Verónica Hernández Giadans, que se disfraza primorosamente de actriz militarizada de El señor de los cielos. Dos personajes simuladores e inventivos en dichos y en estrategias que de poco han servido en Veracruz. 

De Verónica Hernández circula en redes sociales la fotografía con su disfraz y un texto demoledor que dibuja la indignación que siente uno de sus antecesores en el cargo. En uno de sus párrafos centrales, afirma: “Esta imagen es ridícula en sí misma, muestra una confusión mental y de funciones atroz; envía un mensaje equivocado y lastima a las fuerzas del orden y también a quienes representan a un jurista en tareas de justicia”.

Pero los despropósitos de Verónica no son los únicos. Los de Roberto Ramos Alor y sus médicos cubanos y asignaciones directas de contratos millonarios de medicamentos, quedan para la historia. Las ineficiencias del cantinflas del desarrollo social, que lo mismo infla las nóminas de “promotores y sembradores”, como infla de palabrería su pobre discurso del combate a la pobreza. Y si se habla del desarrollo económico, la familia Nachón debe estar apenada de la inutilidad de Enrique, el orgulloso experto en redes sociales y en mercadotecnia massmedia. En medio ambiente hay una secretaria florero que cobra bien por justificarse eternamente, mientras el procurador experredista se encarga de irle a sacar el dinero a los dueños de empresas que tratan de iniciar proyectos empresariales. Y qué decir de Cisneros el de Otatitlán, a quien varios acusan de amenazar y amedrentar a los que incomodan. El poder legislativo y el judicial son sus áreas predilectas para hacer y deshacer.

Todo esto ocurre porque no hay un gobernador en Veracruz. El que eligió la población nunca salió a la cancha por quedarse en el vestidor. El palacio se convirtió en un circo donde nunca faltan distracciones ni distractores. Su personaje central es “Honestín, el payaso de las medallas”. Cuando el esfuerzo lo agota, saca a una comparsa de mimos, equilibristas y chambelanes que le acompaña y no le deja solo.

Se dice que los resultados no le importan porque solo tiene una tarea: Debe hacer circo, maroma y teatro para que la elección del seis de junio no haga enojar a un viejito gruñón y mentiroso, que es el verdadero mandamás del palacio. 

Cuitláhuac García podría ser la mayor deuda económica, política, social, cultural que tendremos que pagar los veracruzanos, aunque la oportunidad para enderezar el rumbo estará en las elecciones del próximo 6 de junio.

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