Quizá la mayor tragedia mexicana del siglo XXI sea la que ocasione el coronavirus en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. En menos de seis meses de este año, México ha rebasado las 60 mil muertes por Covid-19. Y los escenarios catastróficos oficiales ya quedaron atrás.

Algunas instituciones internacionales y locales acusan que el gobierno esconde las cifras reales, y otras de índole académica, hablan de que en diciembre próximo podría haber un total de 130 mil fallecimientos por la enfermedad. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud ha alertado varias veces sobre el mal manejo de la pandemia en el país.

Pero los males no terminan en el tema de salud pública. El gobierno federal ha sido insistentemente cuestionado por las pésimas cifras de la economía y del desempleo. También por el fracaso en la lucha contra la delincuencia y el narcotráfico. 

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Y lo que preocupa en palacio nacional es que, en el horizonte inmediato de la pandemia, se cruza la elección intermedia del 2021, comicios que resultan estratégicos porque el régimen obradorista necesita mantener la mayoría en el congreso federal. Solo con diputados afines podrá consolidar las transformaciones que ha programado

En esta serie de consideraciones se encierra la explicación del Caso Lozoya y la difusión de muchos detalles del proceso judicial, del contenido de su declaración ante la Fiscalía y los videos que desde algún secreto lugar se están filtrando para que los conozca la sociedad. 

Y es en este punto, cuando uno debe detenerse para tratar de explicarse los hechos que estamos viviendo en torno a este asunto. Cuando AMLO decidió echar adelante las acusaciones e investigaciones sobre Emilio Lozoya y el programado aprovechamiento de sus declaraciones y videos, desde ese instante también pensó en el riesgo de que la oposición y “los grupos de derecha” contraatacaran de muchas formas, incluyendo la vía de las exhibiciones y videos de corruptelas similares por parte de actores morenistas, como el caso de su hermano Pio y otros. 

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López Obrador ha considerado que llevar el tema anticorrupción a la agenda nacional como primer punto, y en su máxima expresión y exposición mediática, motivará que hacia ese tema se oriente la atención de la población, si se tiene el cuidado de introducir nombres, temáticas y acciones de corrupción que puedan tener novedad. 

Con esto, se asegura que la figura presidencial consiga para sí mismo el blindaje necesario con relación a los otros molestos temas que circulan alrededor de la presidencia, ya mencionados: pandemia de coronavirus, caída de la economía, pésimo manejo contra la delincuencia y demás etcéteras. 

Porque, con todo el desaseo en los procedimientos sobre Lozoya, es evidente que a López Obrador, no le interesa el aspecto jurídico, sino únicamente el escándalo y el polvo que levante y que estos llenen el campo visual. 

Y algo que el mandatario está dispuesto a introducir y mantener en su discurso, es esa facilidad de manejar que, en efecto, la corrupción está en la casa de enfrente—PAN, PRI, empresarios de la mafia, periodistas chayoteros y la gente fifí—, ya que lo que ocurre en el equipo obradorista, como los paquetes del hermano Pío, o los ruegos de Julio Scherer, solo han sido simples aportaciones o colaboraciones que de ninguna manera pueden compararse.

Amlo y su honestidad valiente, practicada, según él, con toda honradez en estos años de lucha, está a prueba de toda duda y de cualquier prueba en contrario. Porque, como ha afirmado hasta el cansancio, “no todos somos iguales”.

Así es que veremos cualquier cantidad de videos, en contra y a favor, mientras hagan polvareda. Ninguno tendrá valor legal, solo servirán para entretener y distraer a la nación. El mismo presidente les está restando valor legal y procedimental, además de que muchos de esos delitos ya prescribieron. El debido proceso quedó como revista semanal de chismes que comprueba que este es un gobierno del espectáculo y del circo permanente. No conviene que el pueblo sabio se entere de que solo ha sido un pueblo ingenuo y confiado que se utiliza para cumplir ambiciones personales sobredimensionadas.

El sexenio de AMLO es el sexenio del circo, de la distracción y del discurso incongruente.

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