Ante la evidencia de que el primer informe de Cuitláhuac García contendrá pocos resultados y dos o tres triunfos pírricos, el gobierno estatal y los principales personajes del poder económico, político y social en Veracruz se han enfrascado en una competencia para instrumentar una serie de acciones en torno a un fenómeno que podría denominarse la batalla por el contrainforme y sus efectos estratégicos.
El propósito de los integrantes del gobierno y de la militancia morenista es el de legitimar y posicionar al ejecutivo estatal y a sus principales allegados, mientras que el objetivo de sus oponentes de todos los colores y formatos, es y será el de exhibir y cuestionar la capacidad y la efectividad del mandatario y sus secretarios de despacho.
Los déficits del actual régimen han tenido que ver con la inseguridad pública, con las ineficiencias y carencias en el sector salud y con la mínima presencia de los programas de gobierno en general, comenzando por el invisible combate a la pobreza, el escaso desarrollo económico y la disminuida construcción de obra pública, en ese orden. Factores que sirven para mejorar o empeorar las sensaciones de la gente respecto a la eficacia y viabilidad del mandatario y su proyecto.
Mucho de lo que está sucediendo desde septiembre y seguirá manifestándose hasta diciembre, durante las comparecencias de los secretarios, tiene que ver con el mejoramiento de la percepción popular sobre Cuitláhuac, o con su desacreditación ante la ciudadanía, a la que ágiles y zorrunas mentes preparan subrepticia y meticulosamente con vistas a las elecciones futuras.
Y en esta batalla estratégica por la opinión de los gobernados hay de todo, exceptuando resultados tangibles de gobierno, traducidos en crecimiento económico, bienestar social y progreso. Lo que se ha visto en estas semanas, en demasía y en estruendo, sirve para iluminar profusamente el escenario jarocho y para dotar al circo de inacabables números distractores. También ayudan a pronosticar lo que viene.
Por parte del gobierno desde septiembre: Estridencia organizativa del festejo del Grito de Independencia, defenestración del Fiscal Winckler, filtración de rumores de detenciones y órdenes de aprehensión, fake news multipropósito, apresamiento de algún funcionario yunista de segundo nivel, exhibición de la tesorera municipal de Xalapa y del alcalde capitalino, denuncias persistentes contra el gobierno anterior, supeditación de los poderes legislativos y judicial, cooptación de diputados y debilitamiento programado de organismos autónomos.
Por parte de la sociedad, de grupos opositores y de instituciones independientes, esto es lo que se ha notados: crítica persistente de las autoridades de la iglesia católica, de medios de comunicación, de asociaciones civiles, colectivos ciudadanos y organismos no gubernamentales; gestión y organización de nuevos partidos políticos; alianzas políticas y construcción o relanzamiento de candidatos a puestos de elección popular.
Qué es lo que se critica del gobierno cuitlahuista: primero, que nadie detiene la ola delictiva, los feminicidios, extorsiones, secuestros, asesinatos y crímenes que, por el contrario, se persiste en ignorar o minimizar. En segundo lugar, las graves y delicadas carencias en hospitales y suministraos médicos y la desatención epidemiológica en temas como el cáncer, VIH-Sida, dengue, diabetes, obesidad y otras enfermedades que azotan a la población. En tercer lugar, las constantes irresponsabilidades e ineficiencias de varios secretarios del gabinete, que han demostrado que no llenan el perfil para el cargo que ostentan. En cuarto lugar, el nepotismo existente en casi todas las dependencias, superior o igual a otras épocas duramente cuestionadas por la población y, por último, la aparición de negocios y corruptelas al amparo del poder.
Cuáles son los números circenses que vienen en semanas siguientes: Probable detención de exsecretarios yunistas de gobierno, seguridad pública, salud y finanzas y planeación. A nadie extrañe que las cinco denuncias presentadas por el actual secretario de desarrollo social tengan sus efectos sobre alguno de los exsubsecretarios, directores generales o exjefes de unidad administrativa de esa dependencia. Surgimiento de otros sucesos mediáticos más, provenientes de investigaciones periodísticas sobre los gobiernos de Yunes Linares y Cuitláhuac García. Los juicios políticos contra Yunes Linares y Jorge Winckler, y posiblemente, contra la misma Indira Rosales.
Como viene haciendo, el mandatario tendrá que habilitar y acotar sus propios incendios distractores, o mínimamente controlar y abrir a discreción la válvula de presión, antes que la olla le explote en el rostro. Para acallar a la multitud, podría optar por la salida obligada de dos o tres colaboradores de alto nivel en seguridad pública o salud. No se ve otro panorama en Palacio.
La fuerte y creciente inconformidad social contra el régimen, que complementa una década de malos gobiernos en la entidad, no anuncia nada bueno para nadie. Parece que Veracruz tendrá que resurgir de sus propias cenizas.