Cuando Iván López Fernández apareció en la escena pública al lado de Javier Duarte de Ochoa, nadie imaginó lo que sucedería después en el gobierno de Veracruz. En diciembre de 2010, fue presentado como Contralor General del Estado junto a otros funcionarios de esa administración.

Formado en la Universidad Veracruzana y con estudios de posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Iván dirigía uno de los despachos de consultoría y auditoría más prestigiados de esta entidad. Ya en funciones, muchos recuerdan en las oficinas de gobierno, una de sus primeras iniciativas como responsable de esa dependencia: el programa Yo soy Honesto, que implementó sorpresivamente en todas las secretarías y organismos descentralizados.

El intento moralista fue bueno pero no cuajó. Javier Duarte había nombrado a varios pájaros de cuenta que empezaron a medrar. En la Contraloría, el problema comenzó cuando el titular incluyó cerca de él en su organigrama, a un personaje seriamente cuestionado desde su paso en áreas de comunicaciones y obras públicas y en la propia contraloría años antes.

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Pese a los fuertes señalamientos que ya se realizaban en el sector salud, López Fernández se negó a creerlos, quizá por el embelesamiento al que estaba sometido. En octubre de 2013, Iván López cansó a Duarte con su insistencia de orden administrativo y por ello se ganó el cese fulminante. No así su subordinado, quien fue perdonado.

Después de Iván, el exgobernador nombró en la Contraloría a Mauricio Audirac, quien está preso en Pacho Viejo, y por último, a Ricardo García Guzmán, quien ahora es importante aliado político del gobernador Miguel Ángel Yunes Linares.

El resultado ya lo sabemos. Duarte preso y en proceso judicial, su gabinete cuestionado y acusado y algunos de los exfuncionarios en prisión. El Estado en deuda multimillonaria, la sociedad hastiada e incrédula, y un gobierno yunista en crisis financiera.

Pero Iván López ha tenido que acudir a los tribunales a aclarar y deslindarse. Tendrá que demostrar su inocencia y aceptar sus culpas, si se las fincan. Por lo pronto, continúa en su afán político. Fue derrotado en su intento por alcanzar la presidencia de Emiliano Zapata hace pocos meses. La semana pasada recibió un chaparrón nacional en los medios de comunicación de todos los tamaños. El motivo: haberse inscrito como candidato a Auditor Superior de la Federación.

Los periodistas principales del país y de varios estados sentenciaron que no era posible aceptar a alguien con ligas duartistas en un puesto de tal relevancia. Algunos lo señalan de exceso de gusto por los reflectores, egocentrismo y arrogancia. Poco faltó para que lo lincharan en la hoguera mayor del país.

Su caso y su honestidad valiente, que trata de demostrar y poner a prueba, serán determinados en su momento, por quien tenga que hacer la calificación final. Pero la señal más importante que muestra este asunto, es el de la indignación y el rechazo nacional contra todos aquellos que ocuparon un cargo importante junto a Javier Duarte, sean o no causantes del desfalco y de la ruina veracruzana.

Indignación y rechazo, que comprobó Héctor Yunes Landa, cuyos vínculos con el duartismo lo llevaron al tercer lugar en la elección a gobernador en 2016. Repudio, que observaron sobre sí mismos, sin deberla ni temerla, personas como Jesús Moreno en Coatzacoalcos, y otros candidatos con nexos o historia como duartistas, que en la elección municipal de este año, fueron barridos por candidatos ajenos a esa corriente tan vulgar.

Volviendo al caso Iván, éste puede ser una referencia para los numerosos exfuncionarios duartistas a los que no ha tocado el ala de la justicia. Algunos, que aparentemente negociaron su libertad; otros, que andan prófugos; y los más privilegiados, que como náufragos en el mar, se amarraron a una diputación federal o estatal, como si fueran salvavidas.

Personajes como Gabriel Deantes, Harry Grappa, Ricardo Sandoval, Pedro Medina jr., Ramón y Alfredo Ferrari, Ranulfo Márquez, Alberto Sosa, Amadeo Flores, Marcelo Montiel, “Pepín” Ruiz, Pedro Montalvo, Antonio Nemi, Raúl Zarrabal Ferat, Nohemí Guzmán, Gerardo Buganza, Genaro Mejía, Carlos Aguirre, Arnulfo García Fragoso, Erick Lagos, Jorge Carvallo, Adolfo Mota, Tarek Abdalá, Alberto Silva, Vicente Benítez, Juan Manuel del Castillo y otros más, que aún no son descubiertos, los que seguramente han puesto sus barbas a remojar para el momento en que acaben las mieles yunistas, o llegue el día en que sean localizados en sus guaridas, o que se cumpla la fecha fatal en que perderán el fuero constitucional.

Cuando ellos estén disponibles para el sacrificio, tendrán que enfrentarse a su inevitable destino: ser exiliados del país, sufrir muerte política y social, o lo peor para ellos, sucumbir ahogados en el vómito negro y ser echados a la hoguera mayor.

No obstante, otros que no se llevaron nada, y sólo por haber trabajado allí, sufren a su modo el estigma de haber pertenecido al régimen más corrupto que ha existido en el gobierno de Veracruz.

Pero bueno, la juventud como el poder con el tiempo se acaba.

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