Córdoba es un municipio veracruzano que tiene un poco más de 211 mil habitantes. También es una de las ciudades medias que en las semanas recientes sufre el furioso embate del coronavirus. Al día de ayer contabilizaba un total de 1,117 casos confirmados y 82 fallecimientos por la enfermedad.

En una de las conferencias diarias sobre la Covid-19 desde la capital del país, el municipio fue mencionado debido a que allí se concentra uno de los epicentros de la pandemia en estos momentos, como lo han sido Veracruz, Poza Rica o Coatzacoalcos.

Córdoba alcanzó esta semana la saturación de hospitales y camas con respirador, lo que ha saltado las alarmas de las autoridades federales de salud, ya que la falta de espacios para atender a los infectados, se está presentando también en hospitales de Orizaba, aunque este municipio vecino no tiene los altos niveles de contagio de la ciudad cafetalera. 

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Por desgracia, Córdoba se atrasa por otras epidemias:  las de la ineptitud, el nepotismo y la corrupción que agobian al palacio y a los ciudadanos. La sociedad cordobesa no tiene una autoridad preparada para liderar una acción municipal confiable, que ayude a prevenir adecuadamente y que entienda el real peligro de esta enfermedad viral.

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Hace algunas semanas una menor falleció en un accidente de tránsito suscitado cuando el vehículo donde iba con sus padres, cayó en un hoyanco que se encontraba en un bulevar en proceso de reconstrucción. El caso llegó a noticieros de todo el país. También el monto de cinco mil pesos que pensaba otorgar a la familia como indemnización o apoyo que, desde luego, provocó indignación social.

Pero Leticia López Landero tiene una sola preocupación en este año. Necesita preparar las condiciones en el PAN o a través de una primorosa coalición de partidos, para, al estilo Yunes Linares o López Portillo, asegurar la sucesión municipal para su descendencia y orgullo de su nepotismo.

La señora presidenta desea que la silla principal de palacio sea para su hija consentida o para su primogénito Isaac Luz López, el actual director del DIF, el que, de acuerdo con numerosos reportes periodísticos y acusaciones de vecinos, construye su residencia en uno de los fraccionamientos de moda en ese lugar, utilizando, a decir de los quejosos, maquinaria pesada y recursos financieros, humanos y materiales del ayuntamiento.

Resuelta esa hogareña prioridad, los cordobeses pueden seguir cayendo bajo las garras de la pandemia por Covid-19. Leticia cree que no le corresponde ese asunto, ni siquiera en su prevención.

Debe recordarse que la alcaldesa fue impulsada a ese puesto gracias a la fuerza económica y política de su hermano Tomás López Landero en la zona, manifestada en la notoria acumulación familiar de cargos públicos, inmuebles y empresas de diferentes giros. Desde hace años, y gracias a la actividad política y a los negocios al amparo del poder, en plenos tiempos de la cuarta transformación, esta sí es una brillante y auténtica familia feliz, feliz, feliz.

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