A casi 50 días de que concluya el segundo año de gobierno del presidente López Obrador, México sigue sufriendo los estragos de la delincuencia en forma de asesinatos masivos, secuestros, feminicidios, cobros de piso y desapariciones, como aconteció en los mandatos de Felipe Calderón y Peña Nieto.

Pero el mayor problema que tiene el país son los más de 83 mil fallecimientos a causa de la pandemia de Covid-19 y los más de 814 mil contagios que originan un movimiento hospitalario sin parangón.

En el primer caso, la costosa Guardia Nacional instaurada en este régimen, aún no sabe entregar los resultados esperados, quizá debido a la política de “Abrazos, no balazos” que se aplica a la delincuencia organizada, representada por los imperturbables cárteles del narcotráfico.

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Respecto al coronavirus, el sistema nacional de salud y su comandante López Gatell, no terminan de enseñar insuficiencias y equivocaciones que han incrementado la pérdida de vidas humanas. La criminal falta de medicinas contra el cáncer y las indignantes muertes infantiles redondean el fracaso de la política de salud pública.

Lo peor de todo es que la presidencia de la república ha optado por establecer en sus conferencias mañaneras todo un circo para distraer a la población, creando problemas mediáticos y culpabilidades de todo tipo para escurrir el bulto.

El acto circense de estos días es la gira que la esposa de AMLO realiza por varios países de Europa, supuestamente con propósitos culturales para conseguir piezas históricas y arqueológicas para conmemorar en 2021 la fundación de Tenochtitlan, la conquista por los españoles y la Independencia. Entre los temas de su agenda está la presentación de una carta al Papa Francisco, proponiendo que la Iglesia Católica, el Gobierno de España y el Estado Mexicano ofrezcan una disculpa por los agravios cometidos contra los pueblos originarios.

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La carta recuerda otra girada el año pasado al Gobierno Español, que solo encontró rechazo y hasta burla del Rey Felipe VI. El viaje y la carta son iniciativas atribuidas a la propia Beatriz Gutiérrez Müller, quien se presenta desde su posición como directora del consejo honorario de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México.

Habría que ver si esa coordinación y esa Memoria que se quiere reescribir a golpe reinterpretaciones arbitrarias, cartas diplomáticas y ocurrencias presidenciales, no se contraponen con lo que señala la verdadera historia de México, escrita por muchos historiadores después de la correspondiente investigación científica.

El tema de la solicitud obradorista del perdón, recuerda aquella vieja discusión sobre la supuesta traición de los tlaxcaltecas a los mexicas, que habría sido la causa de la derrota de Tenochtitlan en 1521, idea errónea que por motivos netamente políticos se colocó por mucho tiempo en el imaginario colectivo nacional.

Tal asunto ha sido refrescado este año por el maestro en literatura hispanoamericana Héctor González Aguilar en su novela histórica Los designios de Camaxtli, obra que, apoyándose con breves elementos de ficción, narra la alianza de los reinos de Cempoala y Tlaxcala con Hernán Cortés para derrotar a los mexicas y sus aliados. 

El también historiador por la Universidad Veracruzana, ha dictado conferencias donde explica que lo que hoy entendemos como México, no se relaciona mucho con la realidad de aquella época. En ese tiempo, los únicos mexicas –o mexicanos- eran los habitantes de Tenochtitlan y los de Tlatelolco, pero eran más conocidos como “culhúas”, porque se decían herederos del linaje de Culhuacán y orgullosos descendientes de la cultura tolteca.

Los mexicas tenían un imperio que imponía su ley por sobre los demás, de una manera brutal (un ejemplo eran las obligadas guerras floridas, usadas para capturar prisioneros para el sacrificio ritual). Por ello ninguna nación los apoyó cuando Tlaxcala y Cortés fueron sobre ellos. Cempoala y Cotaxtla, en el centro de Veracruz, entre otras naciones sometidas, sufrieron por décadas el abuso de los mexicas, y en lo comercial, cabe aclarar que Tlaxcala quedó aislada y resentida.

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En el Congreso Mexicano de Historia realizado el 28 de julio de 1951 en la ciudad de Xalapa, los historiadores del país hicieron una importante declaración: la actuación de Tlaxcala durante las guerras entre Hernán Cortés y el imperio mexica, no puede ser calificada de traición porque Tlaxcala era una nación libre e independiente y era, además, enemiga de Moctezuma.

Durante la salida de Tenochtitlan, que incluye el episodio conocido como la Noche Triste, y la batalla de Otumba, los mexicas y sus todavía aliados -Tacuba y Texcoco- tuvieron una clarísima oportunidad para destruir al diezmado y malherido ejercito de Cortés, sin embargo, y por razones desconocidas hasta ahora, no lo hicieron.

El historiador veracruzano dice que en cuanto al perdón solicitado a la iglesia y al gobierno español, hay que considerar que en su tiempo se dictaron leyes para proteger a los indígenas. Que no se hayan cumplido es otra cosa (Bartolomé de las Casas es el caso más conocido).

Una gran mayoría de los españoles que en ese tiempo vivían en la Nueva España, se quedaron a vivir aquí. Se les decía españoles pero eran novohispanos, de esa gente salimos los mexicanos de hoy; muchos de ellos se volvieron ricos. Si ellos abusaron de los indígenas, como seguramente sucedió en muchos casos, debemos ser nosotros mismos, los mexicanos de hoy, los que deberíamos ofrecer disculpas a los pueblos originarios porque nuestros ancestros abusaron de ellos. Habría que pedir perdón nosotros primero, antes de pedir que lo hagan otros.

Y respecto a la memoria nacional, en un futuro no lejano, alguien podría hablar, con pruebas en las manos, de los miles de caídos a causa de la delincuencia no combatida, y las decenas de miles de muertes más, derivadas del mal manejo de la pandemia, imputables a irresponsabilidades y fallas garrafales de los gobernantes, temas que algunos críticos han llegado a calificar como crímenes de lesa humanidad, que deben denunciarse ante organismos internacionales.

Y de estos crímenes, si en verdad los hubiere y se llegaran a demostrar, se   podría acusar hasta de traición a la patria. ¿Y a quién cree usted que habría que exigirle las cuentas, el perdón, o mínimamente las disculpas? 

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