Mediante relatos de ficción y en tono de novela, durante diciembre de 2016, Palabras Claras inició una serie de entregas semanales que narraron hechos relacionados con la inesperada fuga del exgobernador Javier Duarte (Alex), y con lo que en ese entonces se hablaba en las mesas veracruzanas sobre la desaparición multimillonaria de fondos del estado de Veracruz.

En esa corta serie -37 capítulos- se dibujó la estratégica participación de la señora Karime Macías de Duarte (Gabriela) en esos ilícitos financieros.

Esta semana, la elitista dama de la equitación y la abundancia, ha vuelto a poner en órbita a su marido, preso en la Ciudad de México. Ha recordado los fondos perdidos, y sobre todo, su espléndida vacación en Londres. Se ha vuelto noticia y ha refrescado esa jocosa narración semanal, ambientada en varios países, que se titula LA CAÍDA DEL PRÓFUGO. Pero vayamos a la realidad.

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Se trate de una acción seria o de un simple circo sin pistas, la denuncia del gobierno del estado en contra de Karime Macías Tubilla, junto a sus recientes gestiones ante la Interpol para localizarla y detenerla donde se encuentre, han colocado a este caso como el tema de moda en la agenda veracruzana.

Hablar de fraude y de 122 millones de pesos pagados a empresas fantasma en el Sistema DIF estatal no es cosa menor. Representa un enorme daño a las finanzas estatales, independientemente de que el tema se lleve a la palestra a un mes de las elecciones generales.

Aunque se habla de que el robo perpetrado por el régimen duartista al erario, fue por miles de millones de pesos, el asunto es que la señora aprovechó su posición junto al entonces gobernador de Veracruz para allegarse el futuro que había soñado desde tiempos juveniles.

Por más que ahora haya voces que hablen de venganzas, de oportunismo político y de acciones desproporcionadas, Karime Macías tiene que ser juzgada por los delitos que haya cometido, situación que debiera extenderse también a dos o tres personajes relevantes y casi ocultos en esta trama, y que hasta ahora no han sido tocados por la mano de la justicia.

En ningún lado se encuentran los dineros perdidos, como tampoco aparecen las obras públicas o beneficios sociales que debieron realizarse durante los nefastos años de 2011 a 2016 en que gobernó Javier Duarte. Una época, hay que reconocerlo, en que, como en aquel Fuenteovejuna de la literatura, todos a una, los veracruzanos hicimos reina a una taimada pilluela que se nos mostró como honorable primera dama del estado.

Como en Fuenteovejuna también, todos a una, los integrantes de las altas esferas de ese régimen (familiares, amigos íntimos y colaboradores de primer nivel), se llevaron y se repartieron a hurtadillas los dineros de la tesorería, que tampoco aparecen por ningún lado, salvo los mil doscientos millones de pesos recuperados y multicitados en la cansina canción yunista del cambio que no llegó, y que pretende venir por lo mejor.

Sorprende que haya gente que se muestre ofendida por este reclamo institucional para detener a la corrupta señora. Como plañideras de prepago, quieren hacer escándalo donde no debe haberlo.

No pocos paisanos olieron en su momento la insana mentalidad de Duarte y de su esposa, de los amigos del primer círculo y de algunos integrantes de esas familias. Varios de esos principales siguen fuera de la cárcel, gozando impunemente los tesoros mal habidos.

Ojalá que al candidato Andrés Manuel López Obrador no se le ocurra ya como presidente de la república, extender su perdón a estos sinvergüenzas que cometieron el mayor robo a las arcas públicas en la historia de México.

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