El gobierno liliputiense de Cuitláhuac García está siendo presa de sus dos ambiciosos grupos políticos que no hacen equipo: el de Eric Cisneros y el del diputado Gómez Cazarín desde el congreso local. Lo que ambos capitanes están mostrando es que además de la incapacidad probada reiteradamente en ellos, a ello le están sumando toda la deslealtad que llevan dentro y que los de afuera aprovechan.

Entre esas dos escuadras morenistas que resuelven a golpe de recursos, están llevando al suelo el proceso sucesorio que todos quieren construir para 2024, unos para mantener el banderín—que no estandarte—de la 4T; otros para arrebatar y destruir lo conseguido por AMLO en 2018. La realidad es que no hay operación política seria, sino que hay dos grandes tribus carnívoras que como incontrolables plagas están acabando con todo. 

Y Cuitláhuac pierde imagen y fuerza, cruzando apenas el punto de inflexión de su sexenio, cuya segunda parte se dirige inexorable hacia el precipicio en todos los programas y asuntos delicados del estado.

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En ese sabroso festín donde pululan junto a esos dos, los de antes, los marcelos, los ranulfos, los herreras, los silvas y algunos otros consuetudinarios tránsfugas de sexenios anteriores, todos a una, están desmadrando lo que López Obrador construyó meticulosamente en tres décadas. Y esto lo están aprovechando las otras fuerzas políticas, mientras el que tiene las llaves del palacio vive comiendo tortas y garnachas por pequeños pueblos, cuando no anda en la danza a dos pies y a dos o tres presupuestos, mientras distrae a los ingenuos con las más de diez medallas de honestidad que su jefe vino a colocarle en sus giras. 

Del otro lado, un equipo que se está fortaleciendo es el de Yunes Linares. Y para ganar el poder, el jefe de la casa del estero cuenta con sus dos hijos y su brillante nuera que se apresta a ocupar la alcaldía de Veracruz. Quizá a esta jugada corresponden los últimos dichos de Marlon, acusado de yunista, junto a la titular del OMPRI hace pocos días, en alusión a que una mujer pudiera gobernar al estado. A algunos observadores, esas palabras parecieron un guiño a la joven señora Lobeira.

Pero las palabras de Monserrat Arcos, bien pudieron provenir desde los gustos y los espacios de Osorio Chong para hacer surgir a Anilú Ingram, lo que sugeriría un boicot Osorio-Yunes al insistente Pepe Yunes y al empresario Diez Francos, quienes también mueven el pandero sucesorio y hacen ruido.

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Lo del diputado federal de las lunas, bodas escandalosas y de dos docenas de lunáticos, más bien sugiere una jugada distractora para jalarse a algunos ambiciosos multicolores, y que otro u otra (como Rocío Nahle) se pueda desplazar con cierta libertad por el corredor del golfo. Porque la jugada de Luna está descabellada y totalmente descaballada, aunque ciertamente deja algunos dividendos a la sufrida corte de las columnas jarochas.  

Habría que recordar a don José Iturriaga, cuando adelantándose a la inmensa y eterna corrupción del gobierno, alguna vez dijo que “sólo la honestidad podría salvar a México”. Siguiendo la recomendación del historiador, humanista y escritor, habría que ver cuáles de los políticos que quieren alcanzar la gubernatura veracruzana, podrían contar con ese anhelado atributo moral para poder alzar la mano con orgullo y pedirle el voto a la ciudadanía.

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Porque de alguno o de varios de los que buscan ansiosamente ese cargo, hay gente que podría afirmar cosas como “es cierto, ese tal por cual es comandante, pero de un batallón perdido”. Por ello, en la Ciudad de México se dice que el jefe de las instituciones obradoristas bien podría mandar a algún veracruzano de su confianza a poner orden y a imponer disciplina; alguien que ya tenga sus propias medallas.

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