La ubicación frente al mar y los grandes recursos naturales de su territorio, habían hecho de Santa Cruz de los Tres Corazones, uno de los estados más productivos de la república. Sin embargo, siendo uno de los de mayor aportación a la economía nacional, la riqueza generada se quedaba en pocas manos, sin llegar a distribuirse de manera equitativa en la población, catalogada entre las más pobres del país.

Quizá observando ese triste sino, un día el poeta Moro se atrevió a decir que Santa Cruz llevaba en el nombre la verdad y razón de su ser. Y hasta ese entonces no se equivocaba el académico y literato. Las frecuentes mediciones oficiales señalaban que más del sesenta por ciento de sus habitantes sufrían diariamente para conseguir los satisfactores básicos.

Pero la pobreza era algo a que estaba acostumbrado el noble pueblo santacruceño, que al paso de las generaciones no veía progreso alguno. Lo que las familias no toleraban, era la creciente inseguridad provocada en todos los municipios por bandas delincuenciales que asolaban las regiones, asesinando, decapitando y desapareciendo a gentes de todos los niveles sociales.

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Y para aumentar ese infortunio, los últimos gobernadores habían entregado malos resultados a la sociedad. Los recursos del erario terminaron en cuentas bancarias de funcionarios y familiares, en inmuebles adquiridos en el extranjero y en oscuras empresas de reciente creación. Pero eso no era todo. Los que habían dirigido los destinos de Santa Cruz, habían hipotecado el futuro del estado, al haber contraído enormes empréstitos bancarios que por desgracia no fueron transformados en carreteras, puentes o en la prestación de servicios a las comunidades. Podía decirse que en esos nebulosos años, el palacio de gobierno sólo vio simulaciones, dispendios y saqueos.

Esas circunstancias eran las que había aprovechado Martín Jonás para hacer la campaña política que un domingo de junio lo llevó al triunfo electoral. Y en esa ardua labor con los votantes, mucho tuvo que ver el dominio de sus hijos Martín Junior, Hernán y Óscar en el manejo de la internet y las redes sociales.

La primera acción de Martín como gobernador electo fue la de acrecentar sus acusaciones en contra del todavía gobernador en funciones. Otra igual de importante, fue la de puntualizar y multiplicar en los medios de comunicación y en las propias redes, la difusión de los innumerables latrocinios cometidos en esa administración.

La tercera de ellas, fue la de posicionarse como el salvador de la patria santacruceña haciendo la promesa de encarcelar a los que robaron a la hacienda pública. El otro compromiso que no podía faltar, era el de imponer el orden para acabar con las bandas que estaban matando a la población desde años atrás.

Pero lo que debía cuidar con el tino y pulcritud de un cirujano, era la cercana integración de su gabinete. Estaba consciente de que la acertada injerencia de sus tres hijos, fue lo que posibilitó el triunfo en los comicios. Ese paso representaba sólo la primera parte de la estrategia para conservar el poder durante muchos años. Y estaba firmemente decidido a no soltarlo.

Desde la misma tarde del domingo de elecciones, cuando supo que era el ganador absoluto de la contienda, decidió que serían ellos, sus hijos, los que habrían de proponer a los distinguidos jóvenes que ocuparían las principales posiciones en las dependencias de la administración. A él como titular del ejecutivo, sólo le interesaban tres o cuatro carteras importantes, que daría a sus leales amigos de toda la vida. Ellos le ayudarían a coordinar a los nóveles compañeros de gabinete que resultaran seleccionados por sus hábiles vástagos.

Desde luego que no olvidaría la primera medida a tomar entre los operadores políticos de las distintas zonas. Llamaría a cuentas a todos aquellos promotores del voto que no rindieron los resultados ofrecidos o que boicotearon el esfuerzo de la familia Jonás. Estaba decidido a no olvidar falsas lealtades ni traiciones desveladas o encubiertas.

Miguel Junior se manifestaba como un exigente y táctico mariscal de campo, mientras que Hernán hacía gala de su fuerte don de mando y carisma. Con astucia y fortaleza similar a sus dos hermanos, Óscar ocupaba el tercer vértice de ese triunvirato; desde que egresó de la universidad, se había convertido en un genio de las finanzas y los negocios internacionales. Sus tres hijos, con cualidades que compaginaban a la perfección, y cada uno haciendo valer su personal dimensión, se habían constituido en las verdaderas debilidades en el corazón del recio político de La Barca.

Ellos y su esposa Patricia formaban los auténticos cimientos de un proyecto de gobierno para los siguientes veinte años. Santa Cruz aseguraría con la familia Jonás dos décadas de cambios para siempre y de una era de progreso y bienestar para las nuevas generaciones.

Continuará…

LA DINASTÍA DEL DESIERTO 

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