Medios de comunicación como Proceso o El Economista han desvelado estas semanas la forma en que opera la segunda oficina más importante de la Presidencia de la República. Se trata de la Coordinación General de Programas Integrales de Desarrollo, a cargo de Gabriel García Hernández. 

De acuerdo con la información dada a conocer por dichas publicaciones, desde esa oficina se coordina a 17 mil 500 servidores de la nación que se encargan de “entregar los apoyos de gobierno a nombre del presidente de la república”. La función del responsable de esa área es la de coordinar a los delegados estatales y regionales y llevar a cabo los programas integrales de desarrollo, con la responsabilidad de informar directamente al ejecutivo federal.

Para llevarlo a cabo cuenta con un presupuesto de 3,229 millones de pesos este 2019. Tales servidores públicos fueron los encargados de levantar el censo ordenado por el mandatario nacional, y para identificarse con la población, muestran una credencial que incluye el nombre del presidente. En total son 266 coordinadores regionales que atienden los 300 distritos electorales del país.

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También comenzó a trascender que a raíz de la aprobación de la nueva ley de austeridad republicana, a partir de este año, AMLO tendrá oportunidad de reprogramar recursos a apoyos y acciones prioritarias. Incluso, algún columnista incómodo calculó ayer que el ejecutivo federal estaría facultado para redireccionar una cifra superior a los 700 mil millones de pesos durante todo su sexenio.

Lo difícil no es conseguir recursos para entregarlos a la gente pobre, puesto que bajo esa premisa operaron los programas Solidaridad y Oportunidades en los tiempos del PRI, y otros como Vivir Mejor, en la época del PAN. Y por motivos de ignorancia y corrupción, no siempre cumplieron sus objetivos los vastos recursos del erario destinados a fines electoreros durante esas décadas tricolores y azules.

Sobre el personaje a cargo de tal coordinación en Presidencia, desde siempre han existido serios señalamientos sobre él. Gabriel García Hernández ha sido una mezcla de Córdoba Montoya-René Bejarano, en lo relativo a la operación, estrategia y manejo financiero de los temas políticos de Andrés Manuel. Primero, sagaz caminante de los oscuros túneles del manejo y lavado de dineros públicos del PRD, después secretario de organización de MORENA, donde fue el promotor y constructor de la estructura electoral de ese partido. 

El 23 de febrero de 2015, Ricardo Pascoe Pierce, destacado político del PT y el PRD, y leído columnista de Excélsior, publicó la siguiente colaboración: “¿Quién es Gabriel García Hernández?”. Después de su lectura, se comprenden las medallas que lo hacen merecedor al alto puesto que ahora ocupa a un lado de la oficina de López Obrador.          

Pero la preocupación mayor en la consolidación de la base electoral de MORENA, ocupando la silla del águila, no será su intención de “morenizar” a todas las estructuras políticas del territorio. 

El problema central para los mexicanos, es que todas esas medidas cupulares que se tomen con la máscara de la austeridad y la alta prioridad, no terminen por oscurecer más a la nación que pretenden transformar. 

Y que esas decisiones pro electorales destruyan la escasa productividad que se observa en los pocos meses que lleva el régimen; o que acaben con los grandes valores integradores que identifican a la mexicanidad, desapareciendo de la escena a las ciencias, a las artes, al deporte y a todas aquellas luces que iluminan el saber y la cultura nacional.

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