En las cosas de la democracia -las buenas, regulares o malas- la política tiene una extraña relación con la opinión pública. La primera depende mucho de la segunda, por ello no es raro que se manipule la realidad con los modos más baratos. Los ciudadanos debemos estar alerta de ciertos medios de comunicación y de que muchos opinadores y repetidores no nos vendan zanahorias de baja calidad.

No es la primera vez que en este espacio se aborda el tema. Al manipular la realidad se miente. En México y en los gobiernos de Morena es común ver cómo los funcionarios difunden hechos, cosas o situaciones que no corresponden a lo que hay en el entorno. Los graves problemas de México -inseguridad, desempleo, inflación, atención a la salud, destrucción de instituciones, corrupción, por ejemplo- no pueden soslayarse, así sea algo que incomode o se aparte de nuestras convicciones o intereses.

El lopezobradorismo es el Gobierno más ocurrente en los últimos 50 años. Se han promovido leyes innecesarias (destruir al INE, reforma energética, educativa, comunicación social) y se han soltado algunas joyas turulatas como las expresiones: ‘Me canso ganso’, ‘No me salgan con que la ley, es la ley’, ‘La pandemia del Covid nos vino como anillo al dedo’, ‘Primero los pobres’, ‘Yo tengo otros datos’, ‘Abrazos, no balazos’, ‘La oposición está moralmente derrotada’, ‘Prensa fifí’.

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México ha funcionado así en estos últimos 4 años, con frases y despropósitos continuos. Pareciera que no hablar de algún tema delicado, este dejará de existir. Si no sale en los medios, o los medios amigos no hablan de lo que sufre la sociedad, o es poco amable para los lectores, esta situación protege la frágil moral de los secuaces. Lo único que pasa, es que este tipo de acciones hacen que las ocurrencias en el periodo de cuarta se incrementen y así se distraiga la atención de lo principal.

Es claro que el presidente López Obrador es un verdadero especialista en ocupar el escenario, pero no hace buena política. La buena política es la que habla de realidades contantes y sonantes, las analiza, reforma las leyes que permitan un mejor desarrollo y estabilidad social en la ciudadanía, procura acuerdos con astucia, no con imposiciones o actitudes cavernícolas. El presidente de México se ha olvidado de las cuestiones que más afectan a los más, y se dedica a imponer su propia agenda. Quiere sepultar un pasado, sin tener un rumbo estructurado, mientras aplasta todo lo que estorbe a su proyecto.

La ocurrencia política es la constante en el país. Es la que ocupa los espacios públicos, es la maniobra distractora que se ejecuta con cierta habilidad para apartar a las gentes de la profundidad de los temas económicos, políticos y sociales que sí están dinamitando a la nación mexicana.

Los procesos sucesorios para la presidencia de la república, el Congreso de la Unión, el Congreso local y la gubernatura, estos dos últimos en Veracruz, han iniciado, políticamente hablando, y muchas personas ya tienen entre ceja y ceja a los que han pulverizado -con corrupción, abusos y arbitrariedades- la política, el gobierno y la administración pública.

El timo político de los morenistas debe ser exhibido tal y como en su momento el presidente López Obrador ofreció para acabar la corrupción: ‘limpiar la escalera de arriba para abajo’. México vive en una democracia donde cada día hay más pobres, y también, más oportunistas y sumisos; en tanto, hay que seguir observando a los ingeniosos y dicharacheros líderes, maestros del desdén y las espirales de humo.

Espirales que sólo envuelven a ellos mismos y a la masa. Ésta, por fortuna, cada vez más ligera y tendiente a la pulverización.

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