El escritor mexicano Enrique Serna ganó el Premio Mazatlán de Literatura por la novela El seductor de la patria, un texto en el que se reconstruye la figura del dictador Antonio López de Santa. La obra fue publicada en 1999 y utiliza como título, el título de un capítulo dedicado al mismo personaje en el libro Siglo de Caudillos que escribiera años antes el historiador Enrique Krauze.

López de Santa Anna fue seis veces presidente de México en el siglo XIX, después de la Independencia y antes de que el presidente Benito Juárez lo exiliara definitivamente. De origen veracruzano, —y de acuerdo con el imaginario colectivo nacional—, el político y militar pasó a la historia cuando en ostentoso funeral por la avenida Reforma paseó su pierna izquierda que perdió en la Guerra de los Pasteles, por haber cedido la mitad del territorio a Estados Unidos y como un consumado traidor a la patria.

El tema sale a relucir en semanas en que la población escucha, analiza y discute el próximo proceso electoral de abril en el que acudirá a las urnas a votar por algo que tiene que ver con la revocación de mandato presidencial, pero que a la sociedad no le termina por quedar claro, aunque el asunto haya sido incorporado en la Constitución.

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Pero también surge el tema porque en estos primeros meses del año 2022, han ocurrido muchas masacres en diversos puntos del país y siguen los crímenes y los delitos y las muertes en cifras no vistas antes. Y a ello hay que agregar las corruptelas descubiertas a algunos familiares y funcionarios muy cercanos a López Obrador, los abusos del Fiscal General y de algunas autoridades estatales de procuración de justicia. Pero además hay que adicionar el pésimo manejo diplomático que desde Palacio Nacional se hace en el tema de la guerra en Ucrania y en el pronunciamiento del Parlamento Europeo en favor de la protección de los periodistas en México. “Una comedia de equivocaciones”, como expresó el exdiplomático Porfirio Muñoz Ledo.

Aunque el problema fundamental en este país es el peligroso incremento de la polarización social, la cual crece día tras día a niveles jamás imaginados. Discusiones privadas y públicas, enfrentamientos y violencia a través de publicaciones, redes sociales y hasta en la charla familiar, porque unos apoyan al presidente López Obrador y otros no quieren saber ya nada del peje. Finalmente, y como se alertó, la estrategia creada por AMLO y sus consejeros está dividiendo a la nación y también provoca una caída importante en la popularidad del ejecutivo federal.

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La gente parece olvidar que en julio de 2024 cada uno podrá elegir por dos opciones: porque continúe el régimen obradorista o por alejarlo de palacio nacional. Y más que continuar en la violencia, en la crítica, en la burla o en el menosprecio hacia los que piensan diferente, deberíamos evaluar si de manera individual estamos construyendo los argumentos suficientes para convencer a los cercanos, a la propia familia, de que tenemos la razón en nuestras apreciaciones porque la realidad así lo indica. La verdadera pelea electoral, y no con violencia física y verbal, se dará en esa fecha en la urna y mediante el voto secreto.

Respecto a López Obrador, hay que reconocer que en ese 2018, el tabasqueño se convirtió en un poderoso seductor de la patria (el sistema entero lo aprobó). Pero en este 2022, importantes sectores consideran que como presidente está incumpliendo con la mayor parte de lo prometido. Y existe una pregunta en el aire: ¿Acaso, este hábil seductor del siglo XXI, se convertirá, como sus oponentes señalan y auguran, en otro destructor de la patria, al estilo de Santa Anna?

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