Como en ocasiones anteriores, esta semana salen a relucir los repetidos ataques de Cuitláhuac García a Miguel Ángel Yunes Linares y la fría respuesta de éste, vía Twitter. Y esta “noticia” se junta con otras parecidas respecto a Duarte, Karime, Dante, Monreal, Gutiérrez Luna, Julen, o como las de Rogelio Franco o Tito Delfín, o como los ataques a líderes sociales o personalidades de la Iglesia Católica.

Dicen que cada quien habla conforme le fue en la feria. Pero lo que se escucha a lo largo y ancho del territorio estatal confirma el comentario de sobremesa en el sentido de que los veracruzanos no han tenido suerte con los gobernadores de las últimas décadas. Y cuando se analiza la gestión de Cuitláhuac García Jiménez se comprueba que, por desgracia para la población, las transformaciones ofrecidas por López Obrador se quedaron en simples promesas electorales.

La de Cuitláhuac, es una gestión de escasos resultados, que semana tras semana y convenencieramente, se monta en los procesos de vacunación contra Covid-19, que dirige el delegado federal Manuel Huerta Ladrón de Guevara.  Y como segunda estrategia, se observa que desde el palacio de gobierno se aplica un sistemático conjunto de distractores, utilizando noticias de poca credibilidad—como el inviable tren urbano de Xalapa o los tequios fotográficos y entretenidos y sudorosos chapeos con machetes—o colocando en la opinión pública historias viejas y la cuestionada imagen de políticos que le son adversos o indigestos. 

El sexenio de Cuitláhuac ha sido un periodo de mitos y mitotes, que podrían caracterizar los seis años de un mitotero al frente de Veracruz. Cuando en años venideros los historiadores describan su paso por el gobierno, será una árida narración plagada de datos de vacunación (como único logro) y de aquellas acciones que logre consolidar el gobierno federal. Quizá también ilustren los encuentros y desencuentros con los líderes y personalidades de la época. No habrá mucho más qué decir. 

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El gobernador del estado de Veracruz ha entregado pírricos resultados a la sociedad que le eligió, y para esconder esa vergonzosa realidad, el mandatario local ha abusado de todos los distractores posibles, manejándolos como si tuviera una surtida colección de ellos para mantener ocupado el pensamiento de la gente.

Se sabe más de esas circunstancias de índole temporal y personal, que de los detalles legales, físicos y financieros de la obra pública de estos años de Cuitláhuac el gobernador, difundida raquítica y tímidamente en las redes sociales de los integrantes del gabinete, información que corre y vuela en internet junto a la miscelánea de notas y noticias reales y falsas y chistes y chismes del conglomerado de Facebook. Porque en este sexenio, los medios de comunicación y los “periodistas” básicamente difunden esas vanas historias y pleitos entre personitas y personajes. No hay más y eso es lo que quedará para la historia.

Dentro de algunos años, las noticias que sí se convertirán en historia cruel y cierta, y justamente en la historia de García Jiménez en el cargo de gobernador, será el cúmulo de informaciones negativas y sorprendentes sobre la delincuencia y criminalidad en su periodo: asesinatos de políticos, de periodistas y líderes sociales y ambientales; la lucha entre los cárteles del narcotráfico, la espantosa numeralia de feminicidios, desaparición de personas, fosas de cadáveres, secuestros y cobros de piso en la entidad. Y como picante aderezo, el nepotismo, la pérdida de empleos, el crecimiento de la pobreza y la caída de la economía estatal.  

La historia de los seis años de un gobierno veleidoso y fallido. 

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