El próximo mes trae eventos significativos para los veracruzanos. Los dos primeros días corresponden a la celebración católica de los Días de Muertos, Todos Santos o Fieles Difuntos, como cada uno prefiera denominar. También viene la conmemoración de la Revolución Mexicana el 20 de noviembre. Pero el evento más importante -o así debiera entenderse-, por lo que mostrará y por lo que no traerá, es el segundo Informe de Gobierno de Cuitláhuac García Jiménez.

Respecto a los muertos, más que honrar a los bien recordados ancestros fallecidos, pudiera ser que la población esté más pendiente de los decesos ocasionados por el crimen organizado y principalmente por la gravedad de la pandemia de coronavirus que arrasa el territorio nacional, y que, en años posteriores nos mostrará la historia con sus cifras verdaderas. 

Los que analizan los números fríos y los documentos comprobatorios, avisan que una vez que se cuenten bien, los muertos reales pueden ser cuatro veces más que los que oficialmente se reconocen en estas fechas. Por ambas circunstancias, los fallecidos totales son muchísimos más que los que la sociedad quisiera.

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Con relación al informe de gobierno de Cuitláhuac, el único contenido tangible serán las doscientas hojas de papel o páginas virtuales de explicaciones sobre los grandes gastos de la pandemia y las felicitaciones a su cumplido personal en todas las áreas. Los resultados que ofreció, los seguirá esperando la gente que confió en él y le dio su voto en las elecciones de 2018.

Los resultados siguen pendientes y estarán siempre justificados con los respaldos verbales que periódicamente viene a darle su protector y guía, que sabemos que es el presidente de la república. Mientras no termine su gestión, Veracruz tendrá que seguir coleccionando mitos que sustenten su silenciosa presencia en palacio de gobierno. Aquí van algunos de los más notorios:

“En Veracruz se acabó la robadera”, una de las primeras frases de López Obrador en alguna de sus frecuentes alzadas de mano a García Jiménez. Falta saber qué dicen sobre esto los más de dos millones de jefes de familia de la entidad.

“No robar, no mentir, no traicionar” es un bonito juego de palabras motivacionales del discurso obradorista, pero que en el estado solo es aplicable a los del bando contrario a Cuitláhuac.

“Pavimentaré 7,000 kilómetros de caminos”, prometió ufano y locamente en su campaña a la gubernatura. Pero son escasas las obras que ha logrado terminar, eso sí, varias pavimentaciones de calles en Jilotepec, zona de influencia del primo Eleazar, el de los centavos de Finanzas.

“En Veracruz no hay nepotismo, nadie de mi familia está en el gobierno”. Eso dice y juró el mandatario, pero las propias redes sociales y medios de comunicación difunden diariamente los apellidos y los actos de nepotismo de muchos de los integrantes del gabinete.

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“Vamos a reforestar amplias zonas del Cofre de Perote”, un publicitado intento de fin de semana de colaboración social de servidores públicos rodeados de fotógrafos y periodistas nóveles y novelescos. 

 “Estamos bajando los índices de criminalidad”, con diversos términos, es la cantaleta semanal en reuniones para una seguridad a la sociedad que aún no se garantiza.

“El gobierno estatal apoya a los empresarios veracruzanos”, es solo una superficial promesa a los emprendedores que insisten en encontrar agua en el desierto. 

“En las dependencias no hay subejercicio presupuestal y seguimos una política de austeridad”. Algo comprobado hasta el cansancio, salvo cuando se trata de remuneraciones, viáticos, pago de guaruras o contrataciones de asistentes. 

Y si toca hablar de los mitotes y los mitoteros del régimen cuitlahuista, este voluminoso apartado lo encabezan dos audaces señorones e inventores de la nueva política veracruzana en los tiempos de la 4T: el secretario de gobierno Eric Cisneros y el presidente de la junta de coordinación política del congreso, el diputado Juan Javier Gómez Cazarín, arrojados alfiles de Cuitláhuac García, cada vez que las intenciones o proyectos de palacio se cruzan con los otros poderes del Estado, con instituciones autónomas, con partidos o grupos de poder, con la Iglesia y con todos aquellos que no quieren disciplinarse a las prioridades del ejecutivo estatal.

Como ejemplos deben señalarse las grotescas estrategias que operaron para modificar la constitución local, para resolver sin solución el caso Actopan, o la abrumadora suciedad desparramada en la defenestración de la titular del poder judicial Sofía Martínez la semana pasada, cuya porril destitución y amenaza a la magistrada presidente, llevaron ruido a los medios nacionales y al propio mandatario federal.

Cisneros y Gómez Cazarín, simbiótico par de operadores de oropel al modo jarocho, que sirven para evidenciar los raquíticos logros y el pobre prestigio del gobierno de Cuitláhuac García.

Exceso de cuentos malos y de narradores sin escuela; de mitos y de mitoteros de barriada. Eso es el gobierno del Veracruz del año 2020.

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