Cuando de manera intempestiva designaron a Ricardo Ahued Bardahuil en la dirección general de aduanas, ni López Obrador, ni el recién nombrado, pensaron en aprobar allí situaciones de corrupción, de conflicto de interés o de insensibilidad política.

En Veracruz algunos jefes cuitlahuistas descansaron de las frecuentes expresiones críticas que hacía el senador con licencia morenista. Otros más, vislumbraron que el también exalcalde xalapeño de origen hidalguense, había sufrido un pase lateral para que dejara de incomodar al gobernador Cuitláhuac García. 

En el mundo priista varios se frotaron las manos y se limpiaron las lágrimas. Y no fueron pocos los que de inmediato buscaron la forma de encaramarse a esa nave con Ricardo, un empresario que comenzó a hacer política justamente con el respaldo del PRI.

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Ahued entró a Aduanas y de inmediato enarboló su bandera más socorrida: la honestidad que siempre ha presumido. El presidente, tan gustoso de ese discurso anticorrupción, no dudó en reconocerle esa cualidad, como a todos aquellos que colaboran con él.

Todo estaba casi controlado en esa importante dependencia adscrita a la Secretaría de Hacienda (SHCP), cuando en el ambiente comenzaron a surgir olores no tan limpios y visiones no tan santas. Así transcurrieron los meses hasta que entrando 2020, los trabajadores de esa área, los empresarios que acuden a ella y los eternos inconformes, descubrieron que el honorable señor Ahued tenía dentro de su primer círculo a poderosos colaboradores ligados por mucho tiempo al exgobernador veracruzano Javier Duarte de Ochoa, hoy preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México y uno de los exmandatarios más cuestionados de la era peñanietista.

La entrada de esos personajes también tiró por la borda la idea de que Ahued tenía una alta sensibilidad política. Siendo él mismo, un neomorenista considerado como hábil y pragmático, traicionó su propia esencia y proyecto al nombrar en puestos relevantes a políticos cuestionados como Juan Manuel Velázquez Yunes, un neomorenista incómodo que ha enfadado al morenismo puro, y que además ha dejado los pelos en el alambre al tratar de cruzar la aduana principal del país. 

Juan Manuel Velázquez inició como “asesor” de Duarte en la secretaría de finanzas de Veracruz, de ahí pasó a la alcaldía de Perote y de allí a la diputación local -traicionando hasta su familia-, siempre con el cariñoso respaldo del exmandatario. Los que lo conocen a detalle, cuentan que una vinculación familiar con Ahued es lo que le permitió el actual puesto aduanero, manejando información de primer orden ya que es un flamante funcionario de esa dependencia.

Este personaje goza de un sueldo de primer nivel en el ámbito federal. Su problema, si es que lo tienen en la 4T, es su posible incorporación a Aduanas sin haberse dado la correspondiente verificación de la aduana principal: la del poderoso jefe de la república. Y en este caso, Velázquez Yunes tiene otros “asegunes” igual de comprometedores, dado que ha descuidado su trayectoria en lo político y en lo familiar, estando por ahora sujeto a dos o tres procesos legales por problemas inmobiliarios y de herencias.

El aire honestón y “escrupuloso” de Ahued está recibiendo seria metralla mediática. Esta semana también fue señalado por la designación de Miguel Martín López, a quien nombró en áreas estratégicas en Guadalajara y venía de cargos similares en Cancún. Martín López fue exdiputado panista y exsubsecretario duartista en áreas agropecuarias veracruzanas.

Ricardo Ahued dice ser un hombre honesto, pero su preocupación actual debe recordarle aquella vieja sentencia romana: “La mujer del César no solo debe serlo, sino también parecerlo”, de lo contrario podrían decirle: Coge tus cosas y vete.

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