A casi un año del indiscutible triunfo electoral del partido MORENA en el estado, no se observan indicios de que las principales fuerzas políticas opositoras pretendan hacer una labor de reorganización y recuperación de militantes que fueron sorprendidos y embaucados por el discurso fresco y la promesa de transformación que repetía tenazmente Andrés Manuel.

Los meses han transcurrido en el país y la percepción de la gente se mueve en el sentido de que los partidos otrora importantes como el PAN, el PRI o el PRD, fueron divididos, desfondados y prácticamente aniquilados. 

Algunos liderazgos regionales de esos partidos fueron cooptados por el ahora partido oficial y en estos momentos disfrutan las pequeñas mieles de la cuarta transformación, ya sea conservando alguna representatividad apoyada por el gobierno central, ya sea apurando negocios con los gobernantes morenistas o bien incrustándose en posiciones gubernamentales, generalmente de medio pelo.

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El resto de los que iban agrupados y ahora son oposición, están pasmados en su dolor y amargura. A veces organizan reuniones formales o conciliábulos que no trascienden y no pintan. Otros tratan de refundar sus partidos con las desgastadas formas tradicionales. Otros buscan desesperadamente salir de la zona del error para colocarse en alguna posición remunerada olvidando niveles. 

Pero esa oposición que se engaña a sí misma, basada más en el orgullo y en el amiguismo, más que en las posibilidades políticas, sabe que en esta entidad federativa no hay mucho que hacer con los amarillos, con los tricolores y ni siquiera con los azules.  El movimiento naranja, solo dio jugo a su dueño Dante. Los verdes quedaron así para nunca madurar y a expensas del alimento que les proporcione el sistema.

Los jefes tribales amarillos del PRD son buenos para el reclamo mediático, siempre ante sendas tazas de café a media mañana, si es que no se desvelaron en su acostumbrada bohemia. Los del PRI pierden distinguidos líderes que realizan portentosas asambleas y que con estridentes trompetas anuncian un partido que sí puede. Los otros que se dicen priistas, se disputan los unigénitos favores de los enfrentados Yunes rojos, uno de ellos cosechando madera en Perote, y el otro, desgañitándose en la plaza pública con el grito ¡Vamos Veracruz!

Y lo que queda a todos aquellos interesados en mantenerse en la oposición remunerada, es sumarse dóciles a la esperanza azul del PAN desmoronado, convertido por Yunes Linares en un simple PAY. Un pay, que sin engaño alguno, podría llamarse Partido Acción Yunista, y que les dejaría, eso sí, algunas pequeñas rebanadas a los que se dobleguen sin reparos al patriarca, porque las porciones mayores son para el primogénito de la dinastía del desierto, aquella que posee un edénico oasis en el estero de Boca del Río.

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