Este fin de semana pudimos observar en Veracruz algunos de los complacientes usos de la investidura presidencial. Y no se trata simplemente de cuestionar o de criticar los objetivos o fines del viaje de López Obrador a tres de las más importantes ciudades veracruzanas el sábado y domingo. Se trata más bien de intentar que los actores de la política estatal y los ciudadanos comunes y corrientes se pregunten si con lo que muestra el señor presidente de la república en torno a esta entidad federativa, le alcanza para mantener a su favor las simpatías y las expectativas electorales que necesita para sostener o construir una buena elección para su partido en julio de 2021.

En esta ocasión, como en todas las anteriores, el mandatario nacional vino a alzarle el brazo al gobernador. ¿Acaso AMLO vino porque el xalapeño lo necesita como agua de mayo, para no desfallecer, o para no acabar de marchitar su raquítica gestión? 

Las expresiones obradoristas en las reuniones dadas a conocer, en general fueron para decir, para hacer sentir que aquí no pasa nada, y que todo está bien y en orden, como él presupone o trata de convencer machaconamente a la población. Los que se animaron a acercarse a los eventos, solo fueron a lanzar improperios, porque ellos no estaban ni están en la agenda segura que gusta al presidente, ese es el caso de los inconformes de Coatepec. Al alcalde de Veracruz, le fue a decir a su tierra que se puede gobernar coordinadamente. 

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En torno a que Cuitláhuac no entrega resultados (que es la mayor queja conocida), el poderoso señor de palacio nacional ya lo vino a blindar en definitiva y por los cuatro años que faltan, porque, cómo va a hacer obras o programas el honesto Cuitláhuac, si el jefe de la república ya se enteró que del 10 por ciento que le queda al presupuesto anual después de gasto corriente, la mitad es para pagar deuda gastada por los gobernadores ladrones, que por investidura y aunque quisiera, no puede insultar con todas las palabras que en otro caso diría.

Por la prensa y las redes sociales, los jarochos se enteraron de varias cosas más: Manuel Huerta se cayó y se calló en Córdoba y después dijo que los programas del bienestar van al corriente y a triunfal modo 4T. Que aquellos que quieran rebajas de tarifas eléctricas, y de acuerdo con el presidente, lo podrán disfrutar cuando el gobierno logre poner a flote a CFE y PEMEX, ya que los de siempre, las destruyeron feamente. Por su parte, Cuitláhuac nos dijo que no hay problema con el coronavirus y que hay muchos municipios disfrutando semáforo naranja. No mencionó nada de los publicitados bonos que reclaman los médicos que atienden Covid-19. De los molestos temas de la inseguridad y la criminalidad, al estilo Julio Iglesias, nadie expreso nada, porque la vida sigue igual. 

Por eso, el de AMLO seguramente fue un viaje para complacer a alguien necesitado, o para complacerse respirando aires frescos de su terruño paternal. Un periplo improductivo a un paraíso edénico, con una agenda feliz y con gente feliz alrededor. Como si hubiese sido un imaginario viaje a Disneylandia, Veracruz.

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