Pocas veces en la historia veracruzana el abanico sucesorio del partido gobernante había sido tan extenso como el del sexenio que encabeza Cuitláhuac García Jiménez. Prácticamente en diciembre de 2018, durante sus primeros días en el palacio frente a la catedral, comenzaron a surgir los nombres de adelantados políticos morenistas, que desde entonces y de manera persistente han manifestado su intención de contender por la gubernatura en 2024.

El primero de ellos fue Manuel Huerta, el poderoso súper delegado de programas federales, que toda su vida ha sido hombre de izquierda, bien reconocido por AMLO. Y desde esa época triunfal, la zacatecana Rocío Nahle, que iniciaba como secretaria de energía, alzaba la mano con insistencia para convertirse en la primera gobernadora de la entidad. 

En el interior del gabinete cuitlahuista, Eric Cisneros partía y repartía cargos y zonas y comenzaba a construir una plataforma estatal para buscar la grande, tejiendo sueños y prometiendo cosas y espacios a futuro.

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Rebasando por la derecha, caminaba sin descanso Ricardo Ahued, brincando de la senaduría a la dirección de Aduanas y de ahí a la alcaldía de Xalapa, desde donde con base en sus logros y simpatía tradicional, sus seguidores lo mencionan como el mejor prospecto guinda. 

También en el gabinete y a través de la inmensa nómina magisterial de la SEV desde tempranas horas, Zenyazen Escobar organizaba a sus huestes para luchar por la estafeta sucesoria, con boyante presupuesto y de la mano de su amigo de las noches de  bohemia y de los días de leal y ciego activismo por López Obrador. 

Pero un día, de manera inopinada, apareció por los caminos jarochos, Sergio Gutiérrez, un político de Minatitlán que hizo carrera en el norte del país y que llegó por los lares del golfo pisando fuerte el pedal y acelerando a estratégicos personajes y grupos maltratados por la familia García Jiménez y sus diversas ramificaciones empresariales.

Y como si no hubiera suficientes personalidades enfocadas en ese objetivo, el secretario de finanzas José Luis Lima, movilizó programas, nóminas y proyectos deportivos, para enlistarse en la caballada por la gubernatura. Siguiendo el esquema deportivo-financiero del centro, de pronto en Veracruz comenzaron a surgir equipos, estadios, contratistas y financiamientos para alentar a las juventudes de las porras, las pelotas, las camisetas, las mascotas y las competencias de beisbol, basquetbol y futbol profesional.

Con línea o sin ella, estos personajes son prospectos morenistas de alto nivel de gasto y de redes sociales, pero para desgracia de todos ellos, con un grave problema estructural que puede demoler y pulverizar el “triunfo” moreno que ya cantan las casas encuestadoras y las alimentadas plumas de López Obrador, que salen en batería nacional a decir a voz en cuello que no hay oposición y que las encuestas “independientes” los ubican hasta arriba de todo intento en contra. Los únicos chicharrones son los que ahora se cocinan en palacio nacional.

El grave problema de ese conjunto de aspirantes es el propio Cuitláhuac García, el fallido gobernador que no puede ser puesto de ejemplo para pedir el voto, y para pretender demostrar que “sí saben hacerlo”, porque el hombre de la ingeniería y la salsa, jamás dio resultados de gobierno, porque es el campeón del desempleo y el comercio informal como nunca, y porque, con sus ferias, cabalgatas, tequios y gastos sin sentido, ha endeudado más al estado, copiando en la corrupción al mal recordado Duarte de Ochoa. 

Cuitláhuac tiene convertido a Veracruz en una tierra de nadie, donde la delincuencia y la criminalidad campean a sus anchas, y porque, el hijo de Atanasio García jamás cumplió con la honestidad que prometió, y que para demostrarlo, tiene a toda su familia (la de Atanasio) usufructuando los presupuestos públicos, situación que es del dominio público y criticada por los ajenos y los trabajadores cansados de tanto rollo, hostigamientos e imposiciones.

Y este problema sólo podría ser atenuado, o quizá corregido con un manotazo obradorista, retirando a Cuitláhuac y su descrédito, y colocando a un gobernador sustituto que, menos cuestionado, organice la elección, para ver qué se puede rescatar. 

¿Será que alguien con criterio independiente y residencia local, observa escenarios positivos para la sucesión morenista en Veracruz? Sumamente difícil.    

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