Jesús Lezama

En México se viven momentos difíciles. La pandemia del coronavirus y de la economía tienen agobiada a gran parte de la población en el país. Pero cuáles son los valores fundamentales que mantiene persistentemente el presidente más votado en la historia de la democracia mexicana.

Andrés Manuel López Obrador se encuentra en medio de un marco de intensísimo cambio político, económico, tecnológico y cultural. ¿Existe coherencia política en su gobierno y en lo que él se ha empecinado en llamar la Cuarta Transformación para poder verlo como un estadista?.

Primero, hay que recordar el transfuguismo de López Obrador. Pasó del Partido de Revolucionario Institucional (PRI) para sumarse al Partido de la Revolución Democrática (PRD) y después inventar el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), hechos que deben entenderse como producto de fe.

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Segundo, AMLO se define como “radical”, las palabras “pueblo” y “poder”, solo por citar algunas, nunca faltan. Las declaraciones ante medios de comunicación siempre son estridentes. Por ello, Andrés Manuel desconfía de los demás políticos, adversarios y aliados por igual; desconfía de lo que percibe como fuerzas oscuras empeñadas en detenerlo. Pero de quien más desconfía es de la ciudadanía y, sobre todo, de sus votantes.

Tercero, a decir de AMLO, los ciudadanos se distraen con facilidad y les es difícil procesar más de un tema a la vez, por eso hay que recordarles todo el tiempo que se concentren en lo importante. “No los voy a traicionar”, frase en la que ha venido insistiendo desde sus tiempos como candidato presidencial.

Con estos elementos primarios, López Obrador ha alimentado un resentimiento escondido feroz, contra un México que lo condenaba al fracaso. Estas desgracias lo hicieron separarse de las filas del entonces poderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI). Solitario y encerrado en sí mismo.

Andrés Manuel sopesó y analizó las causas de la catástrofe política, económica y social en las que la nación se iba hundiendo, basándose en la mezquindad de sus experiencias personales. Su rabia patriótica, mezclada con la envidia que siente hacia los ricos y hacia quienes han logrado el éxito, está dando lugar al odio y polarización en que se encuentra buena parte de la población mexicana.

Así pues, vale recordar lo que Hitler expuso en su tesis principal del Mein Kampf (Mi lucha), escrito durante su reclusión en el presidio de Landsberg “el hombre es un animal luchador; por lo tanto la nación, al ser una comunidad de luchadores, es una unidad de luchadores (lopezobradoristas, autodenominados chairos). Cualquier organismo vivo que abandona la lucha por la existencia está condenado a la extinción. Un país o una raza que deja de luchar también está condenada. De ahí la necesidad de desembarazarse de contaminaciones extranjeras… El primer deber de cualquier país es por lo tanto nacionalizar las masas… Qué mejor suerte que gobernar a hombres que no piensan”.

En una sociedad con mayor información cada vez menos personas creen en las propuestas que se saca de la manga -que por cierto no son originales- obligan a sus voceros y seguidores a hacer malabares para acomodarlos en su doctrina. Si el poeta y priísta tabasqueño Carlos Pellicer (su padre político y una de sus máximas influencias intelectuales) viviera, se volvería a morir. No soportaría observar que su discípulo ha hecho de la polarización una de sus más potentes herramientas discursivas en los últimos 20 años.

Las intenciones de López Obrador, de acercar mayores beneficios de los derechos sociales a la gente, es una idea de justicia y solidaridad que no puede ser criticada como tal. El problema en México siempre ha sido, hasta este momento, la escases de recursos presupuestales para llevarlo a cabo, tanto así, que sus orgullosas reformas al artículo 4º constitucional, podrán verse coartadas por la debacle económica que se acerca. El Estado de Bienestar o el Estado Social, como lo llaman en países ricos de Europa, es una política que viene de regreso porque el grueso de la población productiva está inconforme de cargar con ese tremendo gasto público.

AMLO tiene su lucha. “El pueblo manda” y porque “yo ya hice lo mío, ahora les toca a ustedes, la gente, el pueblo nos está viendo”.

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