La ambición y protagonismo de Héctor Yunes, diputado local del PRI en Veracruz, no tienen medida, además son incongruentes. Pero vayamos por partes.
Ayer difundió en sus redes sociales una carta que envió, por la misma vía, al papa León XIV para invitarlo a que visite México.
Yunes Landa, candidato perdedor a la gubernatura de Veracruz, expone al sumo pontífice que: “México vive una situación de violencia extrema, pobreza y la pérdida de valores esenciales. México necesita de sus oraciones y también su presencia, para mitigar el dolor profundo provocado por los homicidios, la corrupción, la pobreza y la discriminación de que los católicos somos objeto por parte del gobierno de Morena.”
En su mensaje, de poca prosa y mucha prisa, señala que Claudia Sheinbaum visitó al papa Francisco y hasta se puso una falda con la imagen de la Virgen de Guadalupe, sin profesar la religión católica, como una estrategia electoral cuando era candidata de Morena a la presidencia de la república.
El diputado Yunes Landa, el que pide se respeten los símbolos patrios, el himno nacional y hasta presenta denuncias, ahora utiliza el símbolo religioso del papa León XIV en el México laico, el que respeta, al menos constitucionalmente, la separación de la Iglesia y el Estado.
Pero hoy, Héctor Yunes saca la verdad con la punta de los dedos lodosos de su pasado y cree que el veredicto inapelable que dicta la pantalla del celular es como si fuera el ojo de halcón.
Al final de todas las religiones y filosofías, en medio de tantos dioses, héroes y sueños, resulta que la vida no es sino un conjunto de chismes y un nudo de aromas.
En fin, es Héctor, el mismo que lucha con el coraje de la desesperación. El que nos hace recordar al otro Héctor, el mítico héroe de Troya cuyo destino fatal lo llevaron a la historia ficción de la literatura que nos muestra la Ilíada.