El polvo del desierto del Sahara arrastrado por los fuertes vientos estacionales hasta Francia no solo provocó que el mes pasado el cielo de distintas localidades europeas adquiera una inusual tonalidad amarillenta y rojiza, sino que también llevó niveles anormales de radiación, según la Asociación francesa por el Control de la Radiactividad en el Oeste (ACRO).

Un equipo de especialistas realizó recientemente pruebas del polvo sahariano recogido en las montañas del Jura, cerca de la frontera francesa con Suiza, y detectó cantidades relativamente altas de cesio-137, un producto resultante de la fisión nuclear. Aunque los valores hallados no representan un peligro para la salud, de todos modos, Francia está recibiendo la radioactividad que generó hace más de 60 años.

Desde ACRO explican que a principios de la década de 1960, Francia llevó a cabo pruebas nucleares atmosféricas en desierto de Argelia, cuando la nación africana era colonia francesa. Ahora, la contaminación radiactiva regresó al territorio europeo “como un bumerán”, subrayan.

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El pasado 6 de febrero una niebla amarillenta y una lluvia de arena procedente del desierto del Sahara afectó a muchas zonas de la Suiza francófona y de Francia. Numerosos usuarios compartieron imágenes del fenómeno, y también de las consecuencias que dejó a su paso, como las marcas marrones en la carrocería de coches y agua del mismo color saliendo de los parabrisas.

ACRO estima que cayeron 80.000 becquereles por kilómetro cuadrado de cesio-137 y considera que este fenómeno es un recordatorio de que la radiactividad es algo que se crea, pero es muy difícil de destruir. “Esta contaminación radiactiva, que sigue siendo observable a grandes distancias 60 años después de las explosiones nucleares, nos recuerda la situación perenne en el Sahara de la que Francia es responsable” concluye el organismo.

El científico Pierre Barbey agrega que en el sur de Argelia, “la población vive a diario con estos rastros de cesio-137”, y algunas tierras continúan muy contaminadas.

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