El Estado Islámico (ISIS, sigla en inglés) y Al Qaeda parecían destinados al olvido, luego, el 15 de agosto de 2021, volvieron los talibanes a Kabul y Afganistán, 20 años después, y se reivindicó el resort del terrorismo.

Los herederos del ISIS de Abu Bakr al Baghdadi aprovecharon ello rápido, con un clamoroso y trágico golpe a las fuerzas estadounidenses: a pocos días de la caída de Kabul, el 26 de agosto de 2021, un kamikaze se hizo explotar en el aeropuerto de la capital mientras miles tenían premura por hallar un lugar a bordo de un avión para escapar. El balance es de 13 muertos, entre los soldados norteamericanos, el hecho más sangriento en 20 años, y 170 civiles afganos muertos.

Terminó en la mira el ISIS-K Khorasan, el brazo regional del grupo terrorista, el ex Estado Islámico abundantemente derrotado en Irak y Siria, donde fue reducido al mínimo.

El cuartel general afgano estaría situado en la provincia de Nangarhar, territorio inaccesible siniestramente célebre en la narración yihadista por ser teatro de batalla de Osama bin Laden, en las cuevas de Tora Bora.

Pero en el último año, el ISIS-K amplió su presencia a al menos otras seis provincias, consolidando ulteriormente su red de células dormidas en la propia Kabul, gracias a las cuales continúa ensangrentando las mezquitas chiítas.

Un informe del Consejo de Seguridad ONU advierte que si los yihadistas -apoyados además por combatientes de Asia central- reconquistan territorios al este podría ser difícil para los talibanes restablecer el orden.

Peor, el grupo encabezado por el iraquí Shahab al-Muhajir podría llegar a consolidarse hasta el punto de representar una amenaza global. Hasta el momento, la prioridad del ISIS-K parece ser la de minar la credibilidad talibán, la capacidad de Kabul de controlar el territorio, para atraer nuevos reclutas y, quizás, talibanes extremistas que observan con desprecio a los Acuerdos de Doha con Estados Unidos.

También Al Qaeda se precipita velozmente a la corte de los conquistadores de Kabul, antiguos aliados en el conflicto de 2001: su difunto líder, el heredero de Osama bin Laden, Ayman al Zawahiri fue muerto el pasado 31 de julio en la capital afgana en un raid de precisión con disparos de misiles “ninja”.

Había llegado algunos meses después de la reconquista de Kabul y se había escondido en la casa de un consejero de Sirajuddin Haqqani, el poderoso ministro del Interior talibán.

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Para los 007, desde su llegada a Afganistán, Zawahiri tuvo un rol de consejero con los talibanes.

El ejército yihadista está presente en medio país y funciona sin obstáculos.

Desde Afganistán operan los milicianos del Aqis, 400 combatientes de Bangladesh, Pakistán, Birmania e India. En esta fase no efectúa ataques en los países vecinos para no poner en dificultades a los talibanes. Y disfruta el resort. 

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