Lo mordió el burro, así como el chiste común que se cuenta en las primarias cuando a alguien le cortan el cabello, y particularmente le queda mal o fuera de lo “normal”, es lo que se le podría decir a Javier Duarte de Ochoa sobre su corte… lo mordió el burro.
Y es que ese corte moderno de rape a los lados y el pelo un poco más largo en la parte superior, se veía casi perfecto (el corte), de no ser porque en la nuca traía un hoyo, como si el peluquero hubiera decidido de mala leche rebajarle de más.
La espalda y la nuca, fue lo que más se vio de Javier Duarte en la audiencia, y es que quien esto escribe, se encontraba exactamente atrás de él, a cerca de dos metros de distancia.
A diferencia de su comportamiento dicharachero, cómico y hasta locuaz en sus audiencias en Guatemala, en México mostró otro rostro completamente diferente, el de una persona tranquila, seria, mesurada y hasta calmada. Muy distinto al de las bromas en Guatemala y su frase célebre de la “paciencia… etcetera”.
Javier Duarte al ser certificado de salud en el hangar de la PGR manifestó padecer hígado graso, hipertensión y ansiedad. Tales padecimientos fueron utilizados por la PGR para solicitar al juez de control recluirlo en el Centro Federal Psicosocial de Reclusión, en Ayala Morelos.
Sin embargo el juez decidió no hacerlo, al menos no de momento, hasta que se celebre la audiencia de vinculación a proceso el próximo fin de semana.
Otro aspecto de la celebración de la audiencia de imputación del día lunes de Javier Duarte, es que tanto el juez, fiscales como los medios de comunicación tuvieron que esperar por más de una hora adicional, en lo que el ex gobernador comió. Y es que argumentó que desde su salida del penal en Guatemala no había comido, por lo cual tuvo acceso al menú de la esquina, nada que ver con la comida especial que le preparaba su cocinera traída directamente desde Córdoba, pues sólo ella sabía como le gustaba su comida.
Las caras botellas de vino Vega Sicilia fueron sustituidas por un enorme vaso de agua de jamaica.