Uno de los temas más graves de Veracruz es el relacionado con la seguridad pública estatal. El territorio entero es presa de los delincuentes de todos los calibres, sean bandas del narcotráfico, grupos de secuestradores, sicarios y matones independientes, cobradores de piso, asesinos de mujeres, criminales de poca monta y ladrones de cuello blanco. Prácticamente en los 212 municipios la población coincide en sus temores, en sus comentarios y en los problemas para proteger a las familias y a los patrimonios.

Las cifras son aterradoras y superiores a los años anteriores, aunque no se puede acusar a las autoridades de esos incrementos, debido a que en muchos estados de la república se da el mismo fenómeno. Y por desgracia, la Guardia Nacional no termina de nacer -Alejandro Encinas, dixit– y no cuenta con un directivo con prestigio y que tenga los tamaños para comandarla.

En Veracruz todavía no hay avances respecto a las matanzas de Minatitlán y Coatzacoalcos, ocurridas en los primeros meses de 2019. En ambos lugares, con todo y la famosa Guardia, siguen asesinando gente, secuestrando personas y cobrando piso, como desde principio de año. 

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La entidad vive momentos angustiosos en varias ciudades importantes y en muchas poblaciones menores. Han asesinado a empresarios, a algunos dirigentes cañeros, a presidentes y expresidentes municipales, y hace pocas semanas al ganadero y diputado Juan Carlos Molina, además de decenas de feminicidios, como nunca.

La angustia de la sociedad, también la sienten las autoridades relacionadas con la seguridad pública y la impartición de la justicia, eso no se puede negar. La Iglesia Católica ha hecho los señalamientos precisos y ha exigido resultados, al igual que organismos, asociaciones, colegios y sectores sociales.

Pero lo que se observa de las autoridades es un estado de desconcierto, pasmo e inacción, quizá de temor, más que de actitudes de omisión. Y esto puede deberse o ser más notorio porque se percibe que en el estado no existe una verdadera política integral de seguridad pública, aunque haya mesas, sillas, reuniones, alabanzas, fiestas y medallas. Quizá falte un líder para esta tarea.

Hace unos días, el secretario de finanzas habló de una disminución importante de recursos presupuestales para la Fiscalía General del Estado, instancia responsable de las investigaciones ministeriales. Un punto en contra. Esta semana el secretario de seguridad pública indicó que Xalapa se la peleaban dos cárteles, situación que el alcalde también aceptó. Horas después el secretario de gobierno dijo que eso no era cierto. El gobernador no dijo nada, aunque avisó que no tomará vacaciones decembrinas, y que prefiere supervisar obras.

Mientras transcurren todas esas manifestaciones verbales, la delincuencia sigue paseando impunemente por calles y campos. Quizá haya que emular a don Ramón Merino, un angustiado padre de familia de Acultzingo, que tuvo que defender a balazos a un hijo que querían secuestrarle los malosos, y que, debido a esa defensa inesperada, sufrieron bajas mortales y prefirieron huir.

Ojalá en estas vacaciones, trabajando su parcela, Cuitláhuac García encuentre momentos para supervisar y enmendar lo que haya que arreglar en la inoperante Secretaría de Seguridad Pública, que hasta ahora ha quedado a deber en Veracruz, igual que él.

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