Dormir no es solo cerrar los ojos. Es un proceso biológico fundamental que afecta directamente a la salud física y mental. Sin embargo, en un mundo donde el ritmo acelerado marca la pauta, surge una duda cada vez más común: ¿es mejor dormir las tradicionales ocho horas seguidas o dividir el descanso en siestas a lo largo del día?

Lo cierto es que no existe una respuesta única. Dependerá del estilo de vida, las obligaciones diarias y, sobre todo, de cómo responde el cuerpo al descanso.

La calidad del sueño puede ser más relevante que la cantidad. Un descanso profundo y continuo permite que el cuerpo lleve a cabo funciones esenciales como la consolidación de la memoria, la regulación hormonal y la reparación celular. Dormir mal, en cambio, puede impactar negativamente en el estado de ánimo, la concentración y hasta en el sistema inmunológico.

Pero entonces, ¿qué lugar ocupan las siestas? Varios estudios han demostrado que los “microdescansos” durante el día pueden mejorar la alerta, la creatividad y el rendimiento cognitivo. Las siestas breves, de entre 10 y 30 minutos, son ideales para quienes tienen jornadas exigentes o duermen poco por la noche.

De acuerdo con la National Sleep Foundation, “una siesta corta de 20 minutos puede mejorar el estado de alerta, el rendimiento y el estado de ánimo sin interferir con el sueño nocturno” (National Sleep Foundation, 2022).

En cambio, las siestas largas —más de 60 minutos— pueden provocar inercia del sueño, esa sensación de aturdimiento que a veces cuesta sacarse de encima, además de afectar el descanso nocturno.

¿Cómo dormir mejor, según la ciencia?

Expertos en neurociencia del sueño coinciden: dormir al menos siete horas por noche, de forma continua y en un entorno adecuado, sigue siendo lo más recomendable. Sin embargo, el sueño polifásico (dormir en bloques, como siestas más sueño nocturno) puede adaptarse a ciertos estilos de vida y resultar beneficioso si se mantiene una rutina estable.

Las claves para mejorar el descanso incluyen mantener horarios regulares, evitar pantallas antes de acostarse, y crear un ambiente oscuro, fresco y silencioso. Asimismo, limitar el consumo de cafeína y alcohol puede hacer una gran diferencia en la calidad del sueño.

Ya sea a través de un bloque largo durante la noche o con la ayuda de siestas estratégicas, lo fundamental es dormir lo suficiente y con buena calidad. El descanso no es un lujo, sino una necesidad que influye en cada aspecto de la vida. Conocerse, escuchar al cuerpo y adaptar el sueño a las propias necesidades es el primer paso para una mente clara y un cuerpo saludable.

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