Javier Duarte sólo abrió la boca para decir “me adhiero a lo que dijeron mis abogados”. Ahora no tuvo una postura bravucona, retadora o soberbia al momento de hacer uso de la voz.

Tal pareciera que algo pasó en el Reclusorio Norte, algo le habrán dicho o simplemente cayó en depresión al ver su situación. Y es que apenas hace un año, mandaba un mensaje que parecía más una amenaza en el sentido de que los resultados electorales en Veracruz se anularían y con ello, advertía la posibilidad de poder dejar como gobernador interino a su ex amigo íntimo Alberto Silva Ramos.

Pero un año después la suerte de Duarte de Ochoa cambió por completo, primero tuvo que salir en televisión nacional a anunciar su separación del cargo, señalar que no iba huir.

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Mientras jugaba golf fue avisado que la Procuraduría General de la República (PGR) ya iba por él, por lo cual salió escondido en la cajuela de un carro hasta el Agrocentro, donde llegó a Coatzacoalcos y por tierra viajó hasta el estado de Chiapas. Ahí cobijado por sus suegros, fue alcanzado por su esposa, para luego convertirse en Alex Huerta del Valle y Gabriela Ponce Arriaga, respectivamente.

Con nueva identidad cruzaron a Guatemala, pensando que el brazo de la justicia no llegaría hasta ese punto. De ahí su captura, proceso de extradición, audiencia de imputación, se resumía a un sólo instante, en el que el juez Gerardo Romero García decidió vincularlo a proceso por los delitos de delincuencia organizada y uso de recurso de procedencia ilícita.

Javier Duarte ahora deberá acostumbrarse al color café, con el mismo que llegó a su audiencia como cualquier otro interno del Reclusorio Norte, y ese color café, apenas y contrastaba con el verde de una parte del armazón de sus lentes de la firma italiana Bulgari.

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