A punto de terminar de cobrar su segundo año de sueldos por irse a sentar al sillón principal del palacio de gobierno en Xalapa, Cuitláhuac García se dispone a presentar un informe de sus exiguos logros en 2020. Su gestión como titular del poder ejecutivo solo ha mostrado dos cosas: ni es ejecutivo, ni tiene el poder para hacer que sus colaboradores entreguen resultados que satisfagan a la población. Pero tampoco tiene sensibilidad ni interés en los veracruzanos o en sus problemas.

Esos raquíticos logros que presumen los funcionarios en sus redes sociales como si realmente se hubiesen esforzado, no justifican el gasto presupuestal que registran sus dependencias. Así como la Auditoría Superior de la Federación vino a encuerar al gobernador y al secretario Roberto Ramos Alor este 30 de octubre, alguna otra revisión o supervisión nos terminará diciendo a dónde o con quiénes se fueron los recursos del erario.

Ante la escasez de evidencia que muestre resultados de trabajo, la cúpula cuitlahuista hace denodados intentos por suplir esos logros con cortinas de humo, chismes o chistoretes que distraigan a la población. Y aquí van algunos ejemplos que pueden incrementarse antes del día del informe, el 15 de noviembre:

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Quitan del congreso estatal a un diputado payaso que habían puesto de presidente, y colocan a una legisladora que seguramente hará mejor papel. El secretario de gobierno se va a cortar la maleza a las vialidades predilectas para la fotografía del mes. El tren xalapeño de pasajeros continua su imaginario y feliz recorrido distractor. 

Pero hay otros asombrosos casos para distraer a la gente: En uno de ellos, alguien dice que serán denunciados los que operaron el famoso programa de ciudades judiciales del tribunal superior de justicia, en los tiempos de Edel Álvarez. Y en el del pasado lunes, el publicitado anuncio de que el gobierno cuitlahuista -después de negativas, auditorías, amenazas y exceso de díceres contra la empresa y el exgobernador-, afirma que siempre sí continuará con el contrato original de aquellas cámaras de vigilancia de la época de Yunes Linares, por más de mil millones de pesos. 

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Si algo serio respecto a estos temas se fuera a llevar a cabo, lo primero que tendría que hacer el gobierno actual, para no incurrir en equivocación, serían las indispensables auditorías forenses de cada uno de esos casos, para determinar si todos los aspectos de esas licitaciones, contrataciones, adquisiciones y obras públicas (de las ciudades) se realizaron con la certeza jurídica, economía y trasparencia, eficiencia técnica y calidad de materiales que exige la ley.

Sobre esos asuntos deben recordarse aquellas intenciones de encontrar chivos expiatorios en lugar de irse contra los directivos involucrados. Se sabe que alguien de nivel medio tuvo que emigrar a Canadá para salir de las redes que le habían tendido. Y una duda que resalta es si estas escaramuzas obedecen a que algún guerroso personaje de finanzas ya se arregló en lo de las camaritas, o si es un estratégico intercambio de favores publicitarios, o si, respecto a las ciudades judiciales y el metálico que dejaron en alguna caja o paraíso fiscal, es un simple aviso o estate quieto, a las intenciones políticas de Edel o del propio Yunes Linares. Porque no se ve más que eso en el horizonte jarocho.

No se puede pensar de otro modo. O Cuitláhuac es ingenioso fabricante de películas de ficción, o pertinaz aficionado a la gran pantalla y a los largometrajes. O quizá un novel director de cine que trata de entender aquello de “¡luces, cámara, acción!”. 

Lo malo es que en Veracruz no hay ni gobierno, ni voluntad, ni entendederas. Y tampoco buen cine. Solo se escucha el desvergonzado y repetido grito de ¡Luces, cámaras, distracción!

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