Las fiscalías generales de la Ciudad de México y del estado de Veracruz cumplimentaron el lunes pasado una orden de aprehensión en contra del exgobernador Javier Duarte, por la probable comisión del delito de desaparición forzada de personas, derivada de una investigación por el hallazgo de restos humanos en el municipio de Emiliano Zapata.

Duarte estaba gestionando una salida anticipada y horas antes un juzgado le había concedido una suspensión contra una nueva orden de aprehensión. En Veracruz estos hechos han provocado diversas lecturas en torno a la administración actual.

Lo peor que le puede pasar a Cuitláhuac García Jiménez es que Javier Duarte salga de prisión. El exgobernador priista debe seguir recluido porque se le necesita como distractor de la inoperancia del régimen cuitlahuista y como un punto de apoyo a su lucha contra la corrupción y estratégicamente en la elección morenista de 2024. 

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Necesidades parecidas a las que tuvo Miguel Ángel Yunes, quien durante su bienio insistió en la caída del prófugo (que estaba escondido en Guatemala), y ya preso este, el hombre del estero de Boca del Río, pasó día a día verbalizando sobre Duarte y “descubriendo las pillerías” de esa desordenada gestión.

Como su antecesor, Yunes Linares “reestructuró” la deuda heredada, gastó millones de pesos entregando despensas y dejó dos o tres obras públicas, una de ellas el resbaladizo y mortal pavimento de concreto que colocó al bulevar Xalapa-Coatepec, con la colaboración del lenguaraz Julen Rementería.

El cordobés, que utilizaba helicópteros oficiales para acarrearse al palacio de gobierno las añoradas tortas de La Rielera, fue el gran distractor del mal gobierno de Yunes. Pero ese mismo cordobés del reclusorio norte, ahora es sumamente indispensable para distraer a los veracruzanos de las ineptitudes actuales. Por ello el régimen morenista tratará de mantenerlo en reclusión para que la posible inconformidad de los jarochos no enturbie la tersa sucesión estatal y federal que requiere AMLO.

Los raquíticos resultados de Cuitláhuac García están siendo demostrados duarante estos días en las comparecencias de los secretarios de despacho, quienes haciéndose rodear de multitudes de seguidores, están presentando sendos documentos de ficción a los comedidos o rústicos diputados de la legislatura local. 

En esos actos y en las noticias que difunde el gabinete, el pueblo veracruzano ha oído cosas tan falsas como la disminución del delito o el fortalecimiento de la seguridad pública, o como el pulcro saneamiento de las finanzas estatales. Cosas como la supuesta reducción de la pobreza y los apoyos sociales irrisorios, o como el fantasmagórico respaldo a los empresarios en época de pandemia. O asuntos tan vergonzosos, como los pobres y cuestionados resultados del sector salud y los contratos de suministros realizados por esa área con total opacidad y fuera de ley.

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Y para continuar comprobando el mal tino, así como lo hizo Duarte hace menos de diez años, ahora se anuncia por Cuitláhuac, otra vez, la repavimentación de la maltratada avenida Lázaro Cárdenas, que como en aquellos tiempos, también ahora permite el paso de vehículos pesados a cualquier hora. Esta fue la magna obra duartista y, por lo que se ve, también lo será del ingeniero García Jiménez.

Y también como antes, a cada rato hay necesidad de préstamos bancarios que engrosarán la deuda estatal, cuando también como antes, no se ven obras de elevado costo. Y también, como en la época de los señores de la abundancia, vemos a personajes grandes y chiquitos de aquellos lodos, colaborando de cerca, con plenitud y con gozosa genuflexión, con los jefes de plaza cuitlahuistas, en todas las áreas de gobierno y en todas sus elecciones.

Lo que menos quiere Cuitláhuac García es que Javier Duarte sea liberado. Lo necesita adentro y hará lo posible para conseguirlo, independientemente de que el hábil prisionero no sea una perita en dulce y tenga mucho por pagar a la defraudada sociedad. 

 “Te pareces tanto a mí”, parece cantarle Duarte a Cuitláhuac.

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