Desde el palacio nacional, convertido en domicilio, en centro de operación política del obradorismo y en sede estratégica del partido MORENA, el presidente de la república compone y recompone sus planes territoriales para continuar al frente de su movimiento social por los siguientes seis años. 

La delfín Claudia Sheinbaum es la prueba más evidente de que lo conseguido por el tabasqueño hasta este instante, pretende convertirlo en algo permanente, algo así como una marca empresarial tipo franquicia, donde todo debe funcionar como una fina y acabada maquinaria de relojería. 

López Obrador ha dejado en el camino o en el olvido a muchos de sus incómodos socios de la primera etapa. Y para hacerse de súbditos de angora, ha preparado y desarrollado a gente común y ambiciosa, ahora “totalmente palacio”: con un noventa por ciento de lealtad a ciegas y un diez por ciento de trayectoria y capacidad sin requisito de comprobación. 

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Así ha estado conformando los equipos sucesorios en las entidades federativas (las cercanas y las lejanas), los cuales serían coordinados y supervisados seguramente desde “La Chingada”, su rancho del sureste, donde afirma que vivirá el resto de su vida.  

Bajo su omnímoda y estricta dirección, planifica, conduce y supervisa la sucesión gubernamental en Veracruz. Cuitláhuac García, que funciona como el mejor lacayo del imperio, es irrelevante o invisible en toda esa planeación centralista. El hijo de Atanasio tendrá que continuar con su salsa y su alocado fandango en otro lado. Así lo indica la exagerada lista de prospectos tipo carnaval, casi todos de celofán y brillo con fecha de caducidad en el estado. Pocos de esa lista de ocho, reúnen condiciones reales para convertirse en abanderado de Morena en la próxima elección del 2 de junio de 2024.

Quizá se escapa Zenyazen Escobar, pero más que nada, por su previa carrera política en la lucha magisterial disidente y contestataria, conocida y consentida por Andrés Manuel desde tiempo atrás en aquellas manifestaciones y paros regionales en carreteras y autopistas, que ya como jefe de la SEV, logró adicionar capitales, lealtades y apoyos gremiales coordinados desde el secreto cuartel de guerra del puño y la estrella. Sin embargo, su problema es la pertenencia a un equipo cuitlahuista de bajos logros, de corrupción y de irresponsabilidad. ¿Cómo pediría el voto con esa sucia y pesada loza? 

Pero todo mundo conoce que Rocío es la reina del chocolate espeso que le gusta a AMLO y ella quiere ser gobernadora. Se sabe hace mucho rato (“Nahle, Nahle, Nahle, no pierdas el tino”, Palabras Claras dixit). Pero su origen zacatecano y su trayectoria en Dos Bocas resulta ser su propio veneno.

Manuel Huerta lo conocen en todas las reuniones de viejitos y beneficiarios del régimen entregador de recursos y becas a destajo. Pero trae en las espaldas un expediente encriptado por sus enemigos.

La preocupación en Veracruz, justamente tiene que ver con que esas tres armas obradoristas que estarán en lugares políticos prominentes los próximos años, también estarán acompañadas por la amenaza y las armas provenientes de la oscuridad en que Cuitláhuac deja a Veracruz en su fracasada y vacía gestión: los capitales y negocios que tienen que ver con los jugosos dividendos que dejan los giros negros, el lavado de dinero, los desaparecidos, el tráfico con migrantes, el narco, el secuestro y el cobro de piso.

Por ello los veracruzanos deberán observar con atención todos los escenarios antes de decidir su voto para diputados, senadores, gobernador y presidente de la república. El dos de junio próximo puede ser un auténtico parte aguas en el destino de los niños y jóvenes de este momento. 

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