Bajo la carpa del circo antes solía haber de todo: payasos, enanos, trapecistas, prestidigitadores, contorsionistas, domadores, bailarinas, luchadores, cantantes y hasta un maestro de ceremonias mientras comíamos palomitas que bajábamos con un refresco de naranja o de cola. 

Todo un mundo arreglado bajo el toldo de colores para distraernos por dos horas. Desde niños aprendimos a sumergirnos allí en un mundo de ensueño y fantasía, de riesgo, de suerte y de atrevimiento. La fiesta la hacíamos también en el domicilio. En nuestra casa llegamos a jugar bajo una sábana simulando una pequeña carpa donde se nos hacían verdaderas un sin número de fantasías infantiles. 

Cuando llegamos a grandes aprendemos a fabricar nuestras propias carpas, las que pueden ser reales o virtuales, con ejercicios auténticos o imaginarios. Y alguien nos enseñó a introducirnos a carpas ajenas, donde también aprendimos a dejarnos llevar por el espectáculo o a distraernos al gusto de esa persona.

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Pero la religión enseñó que hay días de guardar y de ir a la iglesia o de ponerse a rezar. Una exigua penitencia para obtener perdón o gracia. Esos días no se trabajan y está permitido el descanso y la reflexión. Hay que honrar al ser supremo, a los santos y a los difuntos.

Pero en nuestras sociedades recientes se está haciendo costumbre el abuso del circo. Quieren que haya circo diario y si es mañanero, mejor. Y están abusando del guardado, no para honrar, sino que ahora es en metálico para que alguien pueda honrarse un gusto o un propósito, legítimo o no.

Últimamente se estima que el circo pasó de un derecho a una obligación de la sociedad. Incluso una obligación moral y necesaria para que el pueblo sea feliz. Y todo se quiere pasar bajo esa gran carpa. Todo tiene apariencia de fantasía y ficción. Toda la realidad se tiene que transformar para llegar a una verdad. Y la verdad se tiene que transformar en una ficción. Parece ser la nueva Ley de ida y vuelta. Una moderna ley de Herodes.

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Si aplicamos esta doctrina al gobierno en turno, tenemos que entender que no hay verdad que valga, ni ficción imposible. Los resultados están, pero están convertidos en ficción, y la gente tiene que aprender a verla, y a aceptarla. Es el nuevo sentido del circo, si es que se habla de política y gobierno. 

Los funcionarios de ahora -los chicos de hoy- no trabajan para la sociedad ni rezan para alguna iglesia espiritual o religiosa, ahora se guardan para obtener mejores tiempos. Que nadie espere resultados -¿acaso a eso vinieron?- estos llegarán con la transformación de algo que está en proceso. En proceso de qué: de lo que usted se imagine, que puede ser fantasía. Y ellos guardan los recursos del pueblo para lo que deben asegurar meses después. Son días de guardar para los días que vienen. No espere obras mortales, solo aguarde las sabias obras del señor del edén. 

Le suena esto al gobierno de Veracruz, o al de México, o al de otro lado. Imagina usted -si es mexicano -los preparativos y trabajos de la elección del 6 de junio de 2021. La gran carpa ahora tiene un mesías, que es el maestro del ceremonial y que sigue su rito diario desde el palacio nacional. Haciendo circo, maroma y teatro, verá a sus súbditos y fieras amaestradas.

Si usted consiguió asimilar la nueva realidad-ficción, habrá entendido todo: Serénese y sea valiente, y por favor, no lo eche a perder. 

Si nadie esta trabajando por el bien común no se preocupe. Lo que pasa es que son días de guardar para los días que vienen.

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