A menos de un año después de las elecciones, los perdedores de esa contienda hacen esfuerzos para reconstruirse y avanzar hacia una oposición real en Veracruz. Y los principales derrotados el primero de julio fueron todos aquellos multicolores políticos veracruzanos que llevan el apellido Yunes.

Y esa idea es factible porque al paso de los meses el arrollador triunfo de MORENA se está convirtiendo en un largo e inclinado tobogán por donde están cayendo ilusiones de transformación, esperanzas de cambio y sueños de progreso. 

Dos fenómenos aceleran las cosas en Veracruz: primero, la novatez, el desconocimiento y la pereza que muestran brutalmente y con ingenuo descaro los ilustres morenistas que día con día se “desempoderan” y pierden brillo, simpatizantes y credibilidad.

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El segundo hecho que apoya a esa caída en el ánimo ciudadano, es la aparición y fomento de grupos de trabajo, asociaciones, organizaciones y fundaciones que están realizando actividades en el territorio con el fin de restaurar afinidades, militancias, o cuando menos, reunir oposiciones y gente decepcionada que fue corrida inmisericordemente de las dependencias de gobierno y de los programas federales o estatales “ahora aplicados o desarrollados con toda honestidad y pulcritud”, como anuncian machaconamente las autoridades y dirigentes de MORENA.

Los Yunes azules (Miguel Ángel Yunes e hijos) están en el ojo del huracán por tener en su favor a un ariete en la Fiscalía, suficiente para poner a bailar al gabinete cuitlahuista, que no ve más allá de sus narices. La agenda que presume tener el presidente, de alguna manera se la marcaron en el estado los Yunes azules, y el mandatario nacional tuvo que venir el fin de semana pasado a alzarle la mano a su “honesto y eficiente” gobernador, olvidándose de que Veracruz entero quería otro tipo de expresión para tranquilizar a la población indignada por el asesinato masivo en Minatitlán.

Y si vemos a los otros Yunes -los rojos-, Pepe continúa lamiéndose las heridas que trae desde la infancia, impuestas por un lejano sueño familiar que él no quiere hacer realidad. Su gente insiste en buscarlo, pero el peroteño solo da reuniones de café, abrazos y bellas expresiones de amistad y reconocimiento, suficientes para mantener el apellido en las alturas de los pinos del cofre y del volcán.

El más señalado y preocupante el caso de Héctor Yunes, su parafernalia tropical y sus contados contemporáneos de escuela y de lealtad, así lo indican. El de la soledad que él quiere llevar a los cien años, insiste en ser el vocero, acero y parcelero del priismo veracruzano, como lo dijo a voz en cuello en Zongolica, hace pocos días. Pero tiene que ser más serio y trabajar otro 90%, si quiere alcanzar algo importante, algún día.  

Pero por ser la única oposición veracruzana con recursos suficientes para la lucha política que se aproxima, los Yunes mencionados serán sometidos a un seguimiento constante, a persecución -y quizá a auditorías y a denuncias diversas- en los meses por venir. 

Y el seguimiento que sufran, será directamente proporcional al decaimiento que vaya teniendo el morenismo sostenido con alfileres por López Obrador. Es razonable que AMLO disminuya fuerza y desaliente ansias a los poderosos opositores de su proyecto y de su gobierno en Veracruz. Y menos aún, descuidarse y provocarles la idea de una unión en su contra, que solo él y su radicalismo podrían producir.  

Atendiendo a este orden o desorden de ideas políticas, puede pensarse que la historia o la novela de estos tiempos frente al Golfo de México bien pudiera denominarse algo así como “Seis Yunes en el ojo del huracán”.

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